miércoles, 3 de mayo de 2017

Yo opino:

Reencuentro mariateguino
Rolando Húbner Marcos Picón
Un sueño que esperamos se haga realidad,  en este mes de mayo celebramos los 50 años de creación del Colegio José Carlos Mariátegui, las Bodas de Oro de nuestra alma mater; cinco décadas al servicio de la juventud huallanquina.

Un reencuentro que seguro será nostálgico, esos años que, como el correr del agua de los ríos,  han pasado, cuántas lunas que se llevaron nuestros recuerdos, van pareciendo ahora como si fueran prehistóricos y nosotros los dinosaurios, o como si se hablara de siglos atrás cuando apenas han pasado tres décadas y para los más antiguos cinco.

Este será un momento de reencuentro, de recuerdos, nostalgias, de identidades; y seguro llegado el momento nos confundiremos en un abrazo fraterno, y ojalá podamos volver, aunque sea por un ratito, aquellos años de colegiales, entonces tal vez nos podamos ver una vez más con nuestros uniformes y cuadernos.

Les puedo jurar que nunca conocí entre la gente algo tan íntegro como a mis amigos que fueron en su momento; cuando éramos jóvenes tratando de ser adultos, es que fuimos tan íntegros, tan sinceros, tan limpios, tan naturales en cada una de nuestras ocurrencias, con una escasez  de vanidad, generosos, bondadosos, con una simpleza de espíritu, ingenuos, con una humildad impresionante; que seguro muchos de ustedes no me creen, así  vivimos porque fuimos la generación de  las cosas simples y grandiosas de la vida, porque la tecnología todavía no nos había alcanzado.

Cuánto recuerdo esos días, y seguro el día del reencuentro inconscientemente iremos a buscar nuestras carpetas, o algunos buscarán entre ellas, sus nombres, el dibujo del corazón sangrante atravesado por una flecha, luego saldremos a la parte de atrás de las aulas para buscar entre los muros nuestros nombres, cuántas imágenes que se irán amontonando en nuestras mentes y después de tanto buscar nos sentaremos a preguntarnos ¿Cuántos años han pasado?, ¿Cuántos inviernos, primaveras u otoños? ; y conteniendo nuestras lágrimas nos confundiremos en un abrazo que será eterno y sellará nuestro reencuentro.

Ya no estarán con nosotros los exploradores, el más gracioso del salón, los contadores de cuentos, no estará el inventor de chistes, el que ponía las chapas o apodos, el chancón, ni el flojo; estaremos nosotros  hombres y mujeres más gordos, calvos, con el cabello pintando canas; padres, madres, algunos  abuelos pero seguro mirándonos unos con otros diremos “cuánto has cambiado”, o como tratando de ocultar el paso de los años “tú no has cambiado nada”

Cosas que el viento se llevó, y amigos que se volvieron sombras, cambiaron o simplemente maduraron, algunos partieron al llamado de papa Dios, y los que se quedaron parece que también se fueron como el agua de los ríos que pasan sin que nadie se de cuenta.