Reencuentro
mariateguino
Rolando Húbner
Marcos Picón
Un sueño que esperamos se haga
realidad, en este mes de mayo celebramos
los 50 años de creación del Colegio José Carlos Mariátegui, las Bodas de Oro de
nuestra alma mater; cinco décadas al servicio de la juventud huallanquina.
Un reencuentro que seguro será
nostálgico, esos años que, como el correr del agua de los ríos, han pasado, cuántas lunas que se llevaron
nuestros recuerdos, van pareciendo ahora como si fueran prehistóricos y
nosotros los dinosaurios, o como si se hablara de siglos atrás cuando apenas
han pasado tres décadas y para los más antiguos cinco.
Este será un momento de
reencuentro, de recuerdos, nostalgias, de identidades; y seguro llegado el
momento nos confundiremos en un abrazo fraterno, y ojalá podamos volver, aunque
sea por un ratito, aquellos años de colegiales, entonces tal vez nos podamos
ver una vez más con nuestros uniformes y cuadernos.
Les puedo jurar que nunca conocí
entre la gente algo tan íntegro como a mis amigos que fueron en su momento;
cuando éramos jóvenes tratando de ser adultos, es que fuimos tan íntegros, tan
sinceros, tan limpios, tan naturales en cada una de nuestras ocurrencias, con
una escasez de vanidad, generosos,
bondadosos, con una simpleza de espíritu, ingenuos, con una humildad
impresionante; que seguro muchos de ustedes no me creen, así vivimos porque fuimos la generación de las cosas simples y grandiosas de la vida,
porque la tecnología todavía no nos había alcanzado.
Cuánto recuerdo esos días, y
seguro el día del reencuentro inconscientemente iremos a buscar nuestras
carpetas, o algunos buscarán entre ellas, sus nombres, el dibujo del corazón
sangrante atravesado por una flecha, luego saldremos a la parte de atrás de las
aulas para buscar entre los muros nuestros nombres, cuántas imágenes que se
irán amontonando en nuestras mentes y después de tanto buscar nos sentaremos a
preguntarnos ¿Cuántos años han pasado?, ¿Cuántos inviernos, primaveras u
otoños? ; y conteniendo nuestras lágrimas nos confundiremos en un abrazo que
será eterno y sellará nuestro reencuentro.
Ya no estarán con nosotros los
exploradores, el más gracioso del salón, los contadores de cuentos, no estará
el inventor de chistes, el que ponía las chapas o apodos, el chancón, ni el
flojo; estaremos nosotros hombres y
mujeres más gordos, calvos, con el cabello pintando canas; padres, madres,
algunos abuelos pero seguro mirándonos
unos con otros diremos “cuánto has cambiado”, o como tratando de ocultar el
paso de los años “tú no has cambiado nada”