El tiempo pasa, los recuerdos quedan
Rolando Húbner
Marcos Picón
Finalizaron nuestras fiestas
tradicionales de fin de año; la primera en Navidad que se celebraron los días
24, 25 y 26 de diciembre, y la de Año Nuevo que se inició el 31 de diciembre
del 2017 el 1 y el 2 de enero del 2018. Al iniciar a escribir, viene a mí una
infinidad de palabras e ideas sobre qué escribir; de la cuadrilla de negritos,
de la celebración de todo el pueblo confundido bajo un solo sonido, la
expresión de alegría en los rostros de los huallanquinos, o de los abrazos prolongados
con amigos que nos encontramos después de muchos años.
Ruego porque mis palabras o lo
que tenga que decir alcancen para cantar el entusiasmo que sentimos quienes
tuvimos la suerte de celebrar nuestra fiesta costumbrista acompañados de cinco
hermosas cuadrillas de negritos, espero que mi voz en esta nota sea portador de
esperanza, de bondad, de madurez, de compromiso, de respeto de reconocimientos
y felicitaciones a cada una de las familias que tuvieron sobre sus hombros el
enorme compromiso de realizar nuestra fiesta: al señor Julio Mercado Gonzales y familia, a la
señora Felipa Avila y familia, al señor César Espinoza Huamán y familia en Navidad, y en Año Nuevo: al señor Edwin Cervantes Damián y al señor Lenin Espinoza
Aguirre.
El carrusel de la vida, o la
ruleta de nuestras vidas que se encarga de girar todo; hoy nos da la
oportunidad de compartir con nuestros seres queridos esta navidad y año nuevo a
veces estamos arriba muchas otra abajo,
en este giro pausado de la vida hay golpes que duelen y muchos más que dan risa
y así en cada movimiento vamos forjando lo que algunos llaman destino, pero
también nos damos cuenta que el reloj de la vida no se ha detenido sigue
girando y ya no tenemos tiempo en abundancia, pero quedaran en el recuerdo
alimentando esas sonrisas bonitas la celebración de nuestras tradicionales
fiestas de fin e inicio de año, el baile de los negritos de Huallanca.
Lo singular de nuestro baile nos
mostró, elegancia, uniformidad, sincronismo, y la hermosura de la mujer
huallanquina representado por las mallicas o damas, quienes nos mostraron
coloridos vestidos coloniales, hermosas estampas que han sido inmortalizadas en
fotografías y transmitidas en vivo al mundo para los que no pudieron estar
presentes por diversos motivos. Sin embargo uno atesora estos momentos al lado de
parientes y amigos y lo guarda con esa validez sagrada con que se guarda las
cosas lindas.
Cuando vemos a un pueblo que
conserva y transmite sus tradiciones, con una sensibilidad especial, con
cariño, cuando los sentimientos te ganan al ver a tus hijos bailar, tus danzas
costumbristas o cuando sabes que tus valores y creencias se respetan, se
guardan y trasmiten de generación en generación cuando sabes que esos valores
dan identidad, presencia y amor por la patria chica, es cuando las lágrimas
caen pero no de tristeza, sino de alegría; es cuando te emocionas, y te sientes
orgulloso de que supiste transmitir en tus hijos el cariño, amor y a alegrarse
con lo nuestro.
Es el recuerdo de mi pueblo, de
mi gente, el reencuentro, el detener por un momento el carrusel de la vida y
confundirnos en un abrazo que muchos quisiéramos se haga eterno, escuchar entre
la bulla, los silbidos, y los hurra, las voces de aquellos que han dejado
huellas en el baúl de los recuerdos donde guardamos lo que más atesoramos. Porque el día que dejemos de
celebrar habremos perdido la fuerza en nuestros rituales, entonces careceremos
de pasado, presente y futuro; se habrá perdido la esencia y dejaremos de ser la
tierra rica hermosa y generosa.
Celebrar requiere recuerdos comunes, esperanzas
colectivas, vitalidad, integración, colectividad, participación; es época de
alegría, de paz, de bienestar unido al ajetreo propio de la fiesta. Si a un
pueblo le quitáramos sus celebraciones, lo acabaríamos, se consumiría en un
presente sin esperanzas, perdería su identidad, por todo lo dicho sigamos
bailando y como siempre decimos prosa…!. Un abrazo.