jueves, 11 de enero de 2018

Yo opino:

El tiempo pasa, los recuerdos quedan
Rolando Húbner Marcos Picón

Finalizaron nuestras fiestas tradicionales de fin de año; la primera en Navidad que se celebraron los días 24, 25 y 26 de diciembre, y la de Año Nuevo que se inició el 31 de diciembre del 2017 el 1 y el 2 de enero del 2018. Al iniciar a escribir, viene a mí una infinidad de palabras e ideas sobre qué escribir; de la cuadrilla de negritos, de la celebración de todo el pueblo confundido bajo un solo sonido, la expresión de alegría en los rostros de los huallanquinos, o de los abrazos prolongados con amigos que nos encontramos después de muchos años.

Ruego porque mis palabras o lo que tenga que decir alcancen para cantar el entusiasmo que sentimos quienes tuvimos la suerte de celebrar nuestra fiesta costumbrista acompañados de cinco hermosas cuadrillas de negritos, espero que mi voz en esta nota sea portador de esperanza, de bondad, de madurez, de compromiso, de respeto de reconocimientos y felicitaciones a cada una de las familias que tuvieron sobre sus hombros el enorme compromiso de realizar nuestra fiesta: al  señor Julio Mercado Gonzales y familia, a la señora Felipa Avila y familia, al señor César Espinoza Huamán y familia en Navidad, y en Año Nuevo: al señor Edwin Cervantes Damián y al señor Lenin Espinoza Aguirre.

El carrusel de la vida, o la ruleta de nuestras vidas que se encarga de girar todo; hoy nos da la oportunidad de compartir con nuestros seres queridos esta navidad y año nuevo a veces estamos arriba muchas otra  abajo, en este giro pausado de la vida hay golpes que duelen y muchos más que dan risa y así en cada movimiento vamos forjando lo que algunos llaman destino, pero también nos damos cuenta que el reloj de la vida no se ha detenido sigue girando y ya no tenemos tiempo en abundancia, pero quedaran en el recuerdo alimentando esas sonrisas bonitas la celebración de nuestras tradicionales fiestas de fin e inicio de año, el baile de los negritos de Huallanca.

Lo singular de nuestro baile nos mostró, elegancia, uniformidad, sincronismo, y la hermosura de la mujer huallanquina representado por las mallicas o damas, quienes nos mostraron coloridos vestidos coloniales, hermosas estampas que han sido inmortalizadas en fotografías y transmitidas en vivo al mundo para los que no pudieron estar presentes por diversos motivos. Sin embargo uno atesora estos momentos al lado de parientes y amigos y lo guarda con esa validez sagrada con que se guarda las cosas lindas.

Cuando vemos a un pueblo que conserva y transmite sus tradiciones, con una sensibilidad especial, con cariño, cuando los sentimientos te ganan al ver a tus hijos bailar, tus danzas costumbristas o cuando sabes que tus valores y creencias se respetan, se guardan y trasmiten de generación en generación cuando sabes que esos valores dan identidad, presencia y amor por la patria chica, es cuando las lágrimas caen pero no de tristeza, sino de alegría; es cuando te emocionas, y te sientes orgulloso de que supiste transmitir en tus hijos el cariño, amor y a alegrarse con lo nuestro.

Es el recuerdo de mi pueblo, de mi gente, el reencuentro, el detener por un momento el carrusel de la vida y confundirnos en un abrazo que muchos quisiéramos se haga eterno, escuchar entre la bulla, los silbidos, y los hurra, las voces de aquellos que han dejado huellas en el baúl de los recuerdos donde guardamos lo que más atesoramos. Porque el día que dejemos de celebrar habremos perdido la fuerza en nuestros rituales, entonces careceremos de pasado, presente y futuro; se habrá perdido la esencia y dejaremos de ser la tierra rica hermosa y generosa.

Celebrar requiere recuerdos comunes, esperanzas colectivas, vitalidad, integración, colectividad, participación; es época de alegría, de paz, de bienestar unido al ajetreo propio de la fiesta. Si a un pueblo le quitáramos sus celebraciones, lo acabaríamos, se consumiría en un presente sin esperanzas, perdería su identidad, por todo lo dicho sigamos bailando y como siempre decimos prosa…!. Un abrazo.