Aniversario del reencuentro
Rolando Húbner Marcos Picón
Eran las ocho de la mañana del día 25 de mayo, los ex alumnos del Colegio Nacional “José Carlos Mariátegui” de Huallanca estábamos ocupados y preocupados, en colocar nuestras placas, cómo nos presentaríamos que nos diferenciaría de las otras promociones, para participar de la mejor manera en las Bodas de Oro del colegio, alma mater que nos une. Esta jornada memorable e irrepetible que nos compromete a todos los mariateguinos y en especial a todos los huallanquinos.
Voy a intentar explicar lo sucedido: no sé si era el cariño al colegio o era el deseo de sentirse por un momento en las carpetas frente a la pizarra, escuchando una clase del profesor Luis Alvarado Ureta, del profesor Oriol Huamán Cueva, o de la profesora Rebeca Zárate quién nos honró con su presencia, o fueron los golpes que el pecho da cuando uno recuerda el pasado.
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Reencuentro de la Promoción 1987 |
Con una sonrisa en el rostro y con el palpitar incesante en el pecho, empezamos a reencontrarnos las diversas promociones de ex alumnos, nosotros éramos los jovencitos de la promoción “José María Eguren” 1987. Era la celebración de las Bodas de Oro de nuestra alma mater de la educación secundaria en Huallanca. 50 años y a la par nosotros cumplíamos 30 años de egresados para que no suene a muy antiguo voy a decir tres décadas.
Fuimos a nuestro colegio, estaba ahí esperándonos, como espera un padre al hijo pródigo, con una sonrisa o repitiéndonos a todos jóvenes lo lograron, no recordaron que fueron en esas paredes donde se forjaron nuestros sueños; cuántas anécdotas, cuántas risas, llantos y memorias guarda cada una de tus aulas.
Paso a paso nos fuimos entrando, y entonces la magia del fantasioso cerebro que tenemos comenzó a rebobinar la cinta, y los años pasaron a ser meses, los meses días, los días horas, y regresamos por un momento cada uno de nosotros a ser adolescentes, jóvenes y señoritas; desesperados por ser adultos, saber más y querer cambiar el mundo había muchas metas y sueños por cumplir.
Entre risas y fotografías nos vimos en nuestras mentes sentados en nuestras carpetas, jugando fulbito apostando un lapicero, escribiendo un poema, un papelito o una cartita al amor platónico, nos vimos confundidos entre risas, grabamos nuestros nombres sobre las carpetas pensando que serían eternos, llegaron a nuestras mentes el significado de la palabra amistad, amor, compañerismo, lealtad, al igual que comenzó como cuando alguien te despierta de una cachetada o cuando la cinta de video se acaba terminó está feliz imaginación y volvimos a la realidad; habían pasado tres décadas, estábamos frente a una nueva generación de jóvenes mariateguinos.
Al venir a renovar nuestra gratitud y homenaje los que nos reunimos ayer lo hicimos para renovar nuestra fe para decirle a la nueva generación que nos sentimos orgullosos de haber pertenecido a ésta gran institución.
Hablar del Colegio José Carlos Mariátegui es sinónimo de orgullo, de tradición, de mística, de recuerdos y admiración de grandes hombres que pasaron por sus aulas, y hoy destacan en las diferentes profesiones; legado que continuarán las nuevas generaciones.
Ayer cuando comenzamos a hablar de nuestro paso por el colegio era como desempolvar nuestra historia, o como cuando se consulta en las hojas del viejo libro del abuelo nuestro pasado, entre papeles viejos, amarillentos, ignorados, entre muros y paredes estaban grabado nuestras voces, risas, llantos y anécdotas, repasamos nuestra historia y regreso a la memoria los mejores momentos, que vivimos, junto a ellos nuestros miedos, angustias y seguro nuestros sueños fantasiosos de querer llegar a ser adultos.
Tres décadas después nos reencontramos, las horas han avanzado y los recuerdos se van acabando como se va acabando el día 26 para dar pase al 27, y queremos compartir con los jóvenes secretos que no pudimos contar a que guardamos en el cofre de los recuerdos, les contamos que nos escapamos por la orilla del rio, que no cumplimos nuestras tareas, que nos botaron de la clase por hacer bulla, que fuimos malcriados, les contamos de anécdotas que guardamos y nadie más sabe, y cuando las palabras falten les contaremos historias y les dijimos cuánto daríamos por regresar siquiera un momento a nuestra época de colegial y seguro entre lágrimas en los ojos, para no llorar por dentro porque duele el alma; diremos qué felices que fuimos y no lo sabíamos, acá termino mostrando mi reconocimiento a todas las promociones por su desprendimiento y cariño en la celebración de las Bodas de Oro de nuestro colegio, un abrazo fraterno, ojalá pronto podamos volver a compartir estos momentos.