domingo, 21 de agosto de 2011

Crónicas.

CANCAL, EL ÚLTIMO BOSQUE DE QUENUALES NATIVO DE HUALLANCA
Por: Noemí Acuña Albornóz.

El ensayo monográfico de Teodorico Ampudia que data de 1964 y cuadros del pintor Mauro Aquino dibujan a Huallanca rodeado de bosques de quenuales/Polylepis. En la actualidad esto sería una leyenda de no existir Cancal. Pocos son los que conocen este Bosque, camino diario de los Bailón y Calderón, familias ganaderas asentadas en el lugar.


Para llegar al bosque tomamos un colectivo de Huallanca hasta la laguna Contaycocha,y de allí iniciamos la caminata a las siete de la mañana, algo retrasados porque habíamos planificado salir a las 5 y no sufrir el calor del verano serrano en la subida. En Paccha Patac, debíamos recoger a Benito Gutiérrez, quien iba a ser nuestro guía. Doña Claudia, su esposa, nos invito matecito y papitas pero como ya habíamos desayunado los guardamos para el fiambre. A las 9 de la mañana, juntos con Benitoy Miguel iniciamos el camino hacia Cancal.


Para nosotros el primer tramo fue el más difícil por la subida y el miedo a los toros bravos que viven libremente en la zona, pero no hay porque ser tan temeroso de ellos, Benito nos informa que si uno no los molesta se puede pasar con total tranquilidad. Muy agitados llegamos al mediodía al punto más alto del recorrido: Runru Corral (corral redondo) a 4800 m.s.n.m. desde donde se divisa el imponente nevado Yerupajá a la izquierda, y el valle de Pucayacu hacia la derecha.



El descenso fue más ligero y en el trayecto conocimos los corrales para vaquerías de la familia Cárdenas, hoy en abandono. También pudimos disfrutar de las bellas flores del tuyu, planta que es alimento de los cuyes. Llegamos a la quebrada a las 2 de la tarde con un cansancio y hambre del demonio, felizmente teníamos la papita y Benito nos convidó de sus ocas bien ducelsitas, se dice "barriga llena corazón contento", una siesta y a continuar el camino, esta vez debíamos de llegar a Collota, casa de la familia Calderón.


Collota, es la base del cerro Ñahuin y la entrada al bosque de quenuales, el camino hasta allí es corto y de fácil acceso. Allí nos recibió Juan Calderón, quien nos preparó un matecito de llantén para el cansancio y el mal de altura que afectaba a Miguel. Luego de una amena conversación sobre nuestra motivación para visitar Cancal y compartir conocimientos y vivencias sobre las montañas continuamos nuestro camino al bosque, donde deberíamos acampar. Pero antes de internarnos en el bosque debíamos conocer la laguna Berraco, en el que se dibuja la figura de dos cerdos dentro del agua, de allí su nombre.


Los descansos, la demora tomando fotos y el débil estado físico de Miguel cambiaron nuestros planes. El tiempo nos había ganado, aceleramos el paso porque la noche se nos venía y aún estábamos a una hora y media del lugar de campamento. Tuvimos que buscar otra alternativa, felizmente Benito ya tenía el lugar perfecto. Nos internamos en el bosque a las 5 en medio de los cánticos de los pajarillos y el sonido del la corriente del agua, el viento y los pajonales. Ubicamos el lugar, armamos la carpa y preparamos la cena. La noche fue larga, pero no fría a pesar de la helada, y es que el bosque tiene un microclima particular.


Al día siguiente, a primera hora, luego de levantar campamento, hicimos el recorrido del bosque, un lugar, sin duda, de ensueño. Medio bosque de cuento de hadas y la otra mitad del narrador de cuentos. Árboles nacientes, medianos y añejos, troncos con formas tan intrincadas cuya base son musgos verde petróleo que forma una alfombra bien acolchonada de unos 30 a 50 centímetros por encima del suelo, el río Challhuavado atraviesa el bosque dándole el toque místico con el sonido de la corriente de sus aguas y las minicascadas que se forman en el trayecto.


Hay una gran variedad de pajaritos de diversos colores, que quien tiene buena cámara y harta paciencia arma su colección, también hay perdices, dicen de dos tamaños, solo pude apreciar la pequeña. Antes también había pumas, ahora solo queda una cueva que los lugareños dicen que fue de un león.

El bosque de quenuales se extiende 2 kilómetros a lo largo de la quebrada de Cancal. Aquí don Gilberto Ortiz, hacendado antes de la reforma, tenía sus vaquerías y debido al camino tan accidentado muchas vacas morían lo que permitían que hubiera mucha carne que la gente hacía canca, carne dorada, de allí el nombre de Cancal. A la salida del bosque vive la familia Bailón, quienes crían toros bravos para las ferias taurinas de julio, ellos nos reciben amablemente en el margen del río y nos muestras las truchas que acaban de pescar.


Para llegar a Huallanca a pasó normal son tres horas, pero por el cansancio, las fotos y la visión de detalles nos tomó casi 6 horas. En el camino pasamos por Cashacancha, estancia de Benito en su niñez, llegamos a Eucalipto pampa en donde el río se filtra por un remolino dentro de la tierra y su cauce queda desértico, para luego salir por la quebrada de Challhuavado.


En todo el trayecto las algays y las guenuas, aves de tamaño mediano, sobrevolaron nuestras cabezas no sé si saludándonos o invitándonos a retirarnos. Al llegar al punto de Judas Ragra ,donde hay carretera hacia el valle de Andachupa, tuvimos la suerte de encontrar un auto que nos lleve hasta Tingo Chico, de lo contrario hubiéramos caminado por lo menos una hora más. A Huallanca llegamos a las seis y media, muertos de hambre y de cansancio pero con el alma fortalecida de tanta belleza que la naturaleza nos ofrece.


Todo el camino está bien marcado, hasta parece camino Inca, pero fue hecho por los peones de don Gilberto Ortiz para facilitar el tránsito de sus vacas y el comercio, eso si hay que cruzar varios vados. Benito se sabía los lugares precisos gracias a él no nos mojamos ni una vez.


En el trayecto hay mucho aún por ver: pinturas rupestres, restos arqueológicos en la zona más alta, figuras en las rocas y lagunas. Cuando visiten Huallanca no olviden Cancal, quédense un día entero en el bosque para disfrutar con tranquilidad de este lugar encantado.