viernes, 23 de agosto de 2019

Yo opino:


Lo bueno, lo malo y lo feo de la jornada taurina
Rolando Húbner Marcos Picón
Cuando en Huallanca se armaban los palcos para las corridas de toros, cuando gracias al esfuerzo y colaboración de sus hijos se hizo realidad la construcción del primer anillo de la plaza; algunos huallanquinos soñaron con una plaza de toros multiuso, y  cuando llegó la empresa minera Antamina se hizo realidad la plaza de toros  del Montecarmelo; una plaza bella, hermosa y acogedora, como jamás se había visto hasta entonces, fue inaugurada el 2001 por el alcalde Ing. Luis Barrenechea Martel.

La plaza de ensueños, la plaza hermosa, donde todos tendríamos un espacio donde compartir y disfrutar nuestra tradicional feria taurina, pero la plaza de ensueños también traía cosas que hasta ese momento nadie se imaginó seguro, que poco a poco iba a ir desapareciendo los aficionados, el torero con el poncho abano, con la manta o el saco, los toros con enjalma y moñas, el torero cómico, el gobernador y sus tenientes gobernadores con sus fuete poniendo orden, o los laceadores que sacaban a los borrachos enlazándolos, el toreo a caballo, con briosos caballos de la zona.

Nadie seguro imaginó que nos iban a ir quitando nuestros huaynos, marineras y pasacalles, el toreo elegante de los aficionados que se ganaban el aplauso del respetable con hermosos capotazos que inspiraban a escribir poemas, y canciones. Era el toreo hecho arte, lo pude ver en esta feria taurina a Wálter Guiño Soto, de los pocos que quedan.

Cuándo se malogró nuestra fiesta, cuando llegó el dinero. En esta competencia insana de querer tener o ser mejor que el vecino, buscamos traer toreros de cartel, picadores y banderilleros que en muchos casos malogran al toro, que no han dado la talla, una plaza sin reglamentos, banderilleros improvisados, toreros fuera de forma, toros que no llegan al tercio. 

Escuchando el paso doble “Gloria a Manolete” toda la tarde, se pierde lo nuestro, la esencia y elegancia del torero huallanquino, y como si fuera poco para los aficionados le echan un toro jugado o uno manso; nos estamos olvidando que nuestras costumbre taurina es al estilo portugués y no español.

Lo bueno.
Para los amantes de la tauromaquia y lo que hay que reconocer a los ganaderos, la gran cantidad de toros de casta y media casta que se presentaron en la presente temporada; felicitaciones, hermosos ejemplares.
-El desprendimiento y el cariño de muchos huallanquinos, por su pueblo y sus tradiciones al presentar toros libres; palmas para cada uno de ellos.
-La presencia de tres niños toreando “lo que se hereda no se hurta” excelente, mi reconocimiento y agradecimiento por apoyarlos.
-La presencia de nuevas ganaderías, de muchos jóvenes huallanquinos que vienen apostando por la crianza del ganado bravo, me quito el sombrero y les deseo éxitos en esta dura tarea.

Lo malo.
-La venta irresponsable de entradas, la plaza de toros rebalsó pero nos olvidamos de la seguridad, la capacidad de la plaza es de 2500 personas, que quedó chico desde el año siguiente de su construcción.
La presencia de gran cantidad de personas en el anillo, muchos niños, mujeres, y mucha gente bebiendo licor poniendo en riesgo su propia integridad.

Lo feo.
Las agresiones, los insultos, y la falta de tolerancia, por un espacio para ver el espectáculo taurino, en las graderías o con los dueños de los palcos; nos olvidamos que somos hermanos, que somos huallanquinos, nos olvidamos de la generosidad y del respeto por el visitante; no fuimos capaces de ponernos en el lugar del otro, no había espacio en las graderías, las zonas de escape, las gradas de salida estaban copadas de gente.

En conclusión: la feria taurina, en términos generales, resultó a momentos entretenida, a ratos aburridos. Hubo de todo. Cosas buenas, cosas malas y también de las otras. Esperemos que para los próximos años, se puedan corregir los errores.