domingo, 18 de agosto de 2019

Yo opino:

Tierra Bella
Rolando Húbner Marcos Picón

“Hoy regresé a mi pueblo y todo ha cambiado, miro alrededor, todos son recuerdos, el tiempo, el viento, la modernidad, el dinero y la moda, han alcanzado a la tierra de mis amores, a la tierra que dejé al momento de partir, a ese lugar idealizado donde uno se sentía libre, donde conoces a todos y sabes todo lo que ocurre, donde se respira aire puro, donde el olor a pan caliente se siente, donde estas más cerca a la naturaleza, donde podías contemplar el paso de las aguas cristalinas de los ríos, donde el tiempo se detiene y puedes contemplar su hermosura. Unas lágrimas de tristeza y nostalgia caen sobre mi rostro”. Son comentarios que uno escucha de nuestros paisanos que regresan después de muchos años.

Huallanca-1985
El Huallanca de antaño ha sido inmortalizado por poetas, por pintores, por escritores, por cantantes, muchos de ellos anónimos, lo han idealizado y guardan en su memoria esos recuerdos de niñez o juventud, donde todo parecía más nuestro, donde no había horarios, sin preocupaciones, aprendiendo día a día de las vivencia o aventuras, aprendimos haciendo, recogiendo hierba para dar comer a los animales, trayendo raco (arcilla) para mezclarlo con el shampo ( carbón de piedra) y hacer las bolas para la hornilla, recoger leña, a moler nuestro ají en el batán, armar nuestros palcos para las tarde de toros, aprendimos, a trepar los árboles, a saltar las pircas, muchas de estas etapas de aprendizaje fueron duras, nos costaron lágrimas, dolor y sudor; a pesar de todo era hermoso, hoy nos damos cuenta que todo era pasajero, que nada nos pertenece.

Huallanca-2019
Huallanca hoy es un pueblo moderno, crecen las casas, nuestras calles son de cemento, hay mototaxis, taxis, y vehículos particulares, la modernidad ha llegado, y en pantallas de vidrio pareciera que viene el individualismo, la soledad, somos veloces para mandar mensajes, pero no puedes expresar lo que sientes con un abrazo o con palabras, transmitir en vivo, pero no gozas de la hermosura de los paisajes, estamos conectados con todo el mundo, pero nos hemos olvidado de vivir como hermanos, de compartir.

En esta visita a Huallanca olvídense de la vida regida por la tiranía del reloj, y disfruten de la familia, salgan al campo disfruten de la naturaleza del olor a eucalipto, y si buscan ese olorcito especial que deja el humo cuando se cocina con leña, vayan a la punas, agarren el caballo alazán, visiten la casa de la abuela, tómense un caldito de papas, preparen la cachipa con papitas sancochadas, beban el agua pura y cristalina de los manantiales, en la ceniza del fogón pongan a cocer la papa para comer el cuwuay con queso, tómense una taza de leche espumosa, vayan por los ríos y lagunas cargando sus cañas a pescar, en la tarde el lonchecito comer papitas con trucha frita, cuando caiga la noche antes de salir a la calle a festejar no se olviden de la mazamorrita de tocosh.

Busquen entre la muchedumbre a “Los Quitasueños”, “Los Gavilanes”, o a “Alma India”, y pídanle que saquen sus guitarras, sus quenas y zampoñas que desempolven sus cancioneros entre mulizas y huaynos, con unas copas de chinguirito, para afinar la voz, vuelvan a cantar, “somos la nueva juventud del ande”, “tierra bella”, “sapcha vargas”, “esquinita linda”, “huallanquina mujer bonita”, “bebiste el agua dulce de su puquial luego de Huallanca te enamoraste”, o quizá entre la muchedumbre encuentren al “Satanás del arpa” y con las treinta y seis cuerdas vuelvan a cantar temas del gran Ángel Dámaso, Mario Mendoza, o Pelayo Vallejo; eso será lo singular y verán que valió la pena volver a Huallanca.