Lo bueno, lo
malo y lo feo de la jornada taurina
Rolando Húbner Marcos Picón
Cuando en Huallanca se
armaban los palcos para las corridas de toros, cuando gracias al esfuerzo y
colaboración de sus hijos se hizo realidad la construcción del primer anillo de
la plaza; algunos huallanquinos soñaron con una plaza de toros multiuso, y cuando llegó la empresa minera Antamina se
hizo realidad la plaza de toros del Montecarmelo; una plaza bella, hermosa y acogedora, como jamás se había visto
hasta entonces, fue inaugurada el 2001 por el alcalde Ing. Luis Barrenechea
Martel.
La plaza de ensueños, la plaza hermosa, donde
todos tendríamos un espacio donde compartir y disfrutar nuestra tradicional
feria taurina, pero la plaza de ensueños también traía cosas que hasta ese
momento nadie se imaginó seguro, que poco a poco iba a ir desapareciendo los
aficionados, el torero con el poncho abano, con la manta o el saco, los toros
con enjalma y moñas, el torero cómico, el gobernador y sus tenientes
gobernadores con sus fuete poniendo orden, o los laceadores que sacaban a los
borrachos enlazándolos, el toreo a caballo, con briosos caballos de la zona.
Nadie seguro imaginó
que nos iban a ir quitando nuestros huaynos, marineras y pasacalles, el toreo
elegante de los aficionados que se ganaban el aplauso del respetable con
hermosos capotazos que inspiraban a escribir poemas, y canciones. Era el toreo hecho
arte, lo pude ver en esta feria taurina a Wálter Guiño Soto, de los pocos que
quedan.
Cuándo se malogró
nuestra fiesta, cuando llegó el dinero. En esta competencia insana de querer
tener o ser mejor que el vecino, buscamos traer toreros de cartel, picadores y
banderilleros que en muchos casos malogran al toro, que no han dado la talla,
una plaza sin reglamentos, banderilleros improvisados, toreros fuera de forma,
toros que no llegan al tercio.
Escuchando el paso doble “Gloria a Manolete”
toda la tarde, se pierde lo nuestro, la esencia y elegancia del torero
huallanquino, y como si fuera poco para los aficionados le echan un toro jugado
o uno manso; nos estamos olvidando que nuestras costumbre taurina es al estilo
portugués y no español.
Lo bueno.
Para los amantes de la
tauromaquia y lo que hay que reconocer a los ganaderos, la gran cantidad de
toros de casta y media casta que se presentaron en la presente temporada;
felicitaciones, hermosos ejemplares.
-El desprendimiento y
el cariño de muchos huallanquinos, por su pueblo y sus tradiciones al presentar
toros libres; palmas para cada uno de ellos.
-La presencia de tres
niños toreando “lo que se hereda no se hurta” excelente, mi reconocimiento y
agradecimiento por apoyarlos.
-La presencia de nuevas
ganaderías, de muchos jóvenes huallanquinos que vienen apostando por la crianza
del ganado bravo, me quito el sombrero y les deseo éxitos en esta dura tarea.
Lo malo.
-La venta irresponsable
de entradas, la plaza de toros rebalsó pero nos olvidamos de la seguridad, la
capacidad de la plaza es de 2500 personas, que quedó chico desde el año
siguiente de su construcción.
La presencia de gran
cantidad de personas en el anillo, muchos niños, mujeres, y mucha gente
bebiendo licor poniendo en riesgo su propia integridad.
Lo feo.
Las agresiones, los
insultos, y la falta de tolerancia, por un espacio para ver el espectáculo
taurino, en las graderías o con los dueños de los palcos; nos olvidamos que
somos hermanos, que somos huallanquinos, nos olvidamos de la generosidad y del
respeto por el visitante; no fuimos capaces de ponernos en el lugar del otro,
no había espacio en las graderías, las zonas de escape, las gradas de salida
estaban copadas de gente.
En conclusión: la feria taurina, en términos generales, resultó a momentos entretenida, a ratos aburridos.
Hubo de todo. Cosas buenas, cosas malas y también de las otras. Esperemos que
para los próximos años, se puedan corregir los errores.