viernes, 16 de marzo de 2018

Paisajes:


¡Qué hermoso atardecer huallanquino!
Rolando Húbner Marcos Picón

Todavía puedo ver los últimos rayos del sol posarse sobre los cerros, despidiéndose lento, se va como sin querer y va pintando todo del mismo color, cielo con nubes, un horizonte de color plomizo. Da nostalgia éste atardecer, porque puedo ver  cerca a mi posarse en una rama un hermoso pajarito que canta como despidiendo al día.

Les juro que es un atardecer huallanquino, es de ésta tierra, que si lo veo en una fotografía o en un video,  seguro que dudaría de su autenticidad, pero estoy aquí parado y me pregunto quién ha puesto tanta belleza frente a mis ojos.

Trato de secarme la frente mojada por esta tarde de lluvia y sol, capricho de la naturaleza; donde desde las entrañas de la tierra sale un arco iris que pinta el cielo de multicolores, un arco iris que parece abrazar a nuestro pueblo, el piso esta mojado, siento el murmullo del viento que me acaricia la cara como queriendo decirme algo; mientras sigue lloviendo, una lluvia tenue y silenciosa, el sol se va ocultando cada vez más dando fin a un día más o a un día menos.

Entonces pienso el desarraigo que debieron sentir quiénes que por diversos motivos se vieron obligados a dejar el lugar donde nacieron y si aún recuerdan, extrañan o añoran volver a contemplar estos hermosos atardeceres que como pinturas se posan en esta hermosa tierra, y que los pintores no han podido aún inmortalizar; me pregunto si ellos sintieron al igual que yo esa sensación que comprime el pecho.

Serán acaso los años los que me hacen que tenga una pausa, detenerme un rato más, y contemplar cada uno de los paisajes que me rodean, o en este largo viaje lleno de aventuras, de infortunios, de alegrías, de tristezas, de hechos, desesperanzas de jaranas, pausas, risas, llantos y melancolías. 

Después de haber rodado por el mundo, persiste aún la nostalgia de volver a nuestro hogar, a nuestra tierra, volver a casa humilde, pero que abriga, que tiene paz interior, que gusta, que amamos, donde está nuestra gente, sus calles silenciosas, sus entornos, sus cerros, sus días de sol, lluvia y mucho frío; cuando todo esto se junta para formar hermosos paisajes, lleno de colores, olores y fragancias,  secuencias de días hermosos.

O tal vez son las horas de espera de un café que no tomamos o la nostalgia, la serenidad y la paz o el recuerdo de esos lonchecitos de cuatro de la tarde, esa taza de café caliente que acompañaba las tardes frías, que servían para conversar horas y escuchar las anécdotas de la abuela, detrás de esta taza había historia, había canto, poesía, melancolía, diálogo, risas y reflexiones, de tras de ese cafecito había pausa para mirarnos a los ojos y nos recuerda que siempre debemos hacer una pausa, para contemplar un atardecer, un amanecer, una noche oscura, y así poder guardar estas estampas en nuestras mentes para cuando regresemos.