En Huallanca...algo no está bien
Rolando Húbner Marcos Picón.
Corrupción, crisis de partidos políticos, descrédito a nuestras principales autoridades y líderes políticos, fragilidad institucional, graves desigualdades económicas, denuncias sobre presuntos actos de corrupción; nos muestran que nuestra sociedad está gravemente enferma. Es indiscutible que la corrupción desacredita a las instituciones, socava a la sociedad, frena el desarrollo, debilita la economía y la democracia, incrementa la burocracia, daña la imagen de los pueblos y de sus conciudadanos.
En Huallanca en las últimas semanas han sido noticias del día, comentarios a favor y en contra de la actual administración municipal, esto por las denuncias publicados en muchos diarios de circulación regional, que no es la única porque ya en anteriores ocasiones se han mostrado este tipo de denuncias que, por cierto desaparecieron tan fugazmente como aparecieron, las denuncias hechas por el Frente de Defensa por presuntos actos de corrupción no hacen más que confirmar que estos actos generan polarización, fracturan la confianza en nuestras autoridades, quiebran la nominación de pueblo próspero honrado y generoso.
El problema de la corrupción no puede ser abordado simplemente tramitando denuncias, quejándonos, y esperando de alguna manera la desidia o el olvido de quienes están encargados de administrar justicia en nuestro país; debe ir más allá. Hay que reconocer la corrupción como un mal social, cuya forma más eficaz de erradicarlo es a través de la formación de conciencia ética, educando acerca de los principios de honestidad, transparencia y responsabilidad; educar con valores, un cabal ejercicio de la función pública al servicios del pueblo y de nuestra gente y, fundamentalmente, la rendición de cuentas, no sólo como actos de cumplimiento de una norma o maquillando cifras, para mostrarle a la gente, sino también, ante nuestra conciencia para llevarla tranquila y no permanecer siempre en alerta.
Tenemos que admitir que la corrupción es un flagelo que no puede ser atacado únicamente como un ilícito previsto en una ley, su combate debe estar acompañado de una administración pública eficiente, tribunales efectivos, fiscales dispuestos a llevar hasta las últimas consecuencias las investigaciones, y quienes son aludidos en las denuncias deben ser los más interesados en que las investigaciones se lleven a cabo lo más objetivamente posible, la corrupción pueden dañar la imagen de una institución, de un pueblo, o del país. Después de intentar combatir la corrupción quedará la satisfacción del deber cumplido.
Esperemos no sea el caso de Huallanca y en su momento, nuestras autoridades sean capaces de explicar todo los presuntos actos de corrupción, pero en realidad, la efectividad de esos controles internos y externos suelen tropezar con los antivalores que propician la corrupción. Si por encima de esos controles legales no se coloca la crítica moral o el repudio social, poco puede avanzarse en esta lucha.