domingo, 9 de junio de 2013

Recuerdos de Huallanca:

“L l u l l u  C a b o”
Octavio Durán López   SOB.PNP. (R)
Cuando en la década de los años 60 tuve la fortuna de arribar a Huallanca como  miembro de la Guardia Civil, encuentro una población acogedora, cariñosa y hospitalaria para con los foráneos, quienes nos adaptábamos muy rápidamente a las bellas costumbres del lugar, tanto en el aspecto social, deportivo y cultural. ¿Cómo olvidar la celebración de los onomásticos, las tardes taurinas, los partidos de fútbol y las veladas en las que participaban los profesores y alumnos, así como los que teníamos inclinación a la música? ¿Cómo olvidar las noches de serenata que dábamos a las hermosas y numerosas jovencitas en las que cantábamos las composiciones de grandes hombres como don Raúl Llanos Picón, don Víctor Fano Revolledo, Nicolás Gamarra Rubina y otras canciones de Ancash, Pasco, Junín y Ayacucho.
Los hermosos y paradisiacos lugares donde acudíamos en grupo, se constituían en el marco perfecto de los fraternos y cálidos coloquios, así como de un derroche de sana energía de la que desplegábamos los jóvenes, en plena armonía con la naturaleza.
Cuando la Compañía Minera Santa Luisa, administrada por los japoneses, encuentra los yacimientos mineros en Huanzalá y decide iniciar los trabajos para la explotación, contrata a la Empresa “Octavio Bertolero”, la cual envía a numerosos trabajadores procedentes de Puno, Arequipa, Huancayo, Ancash y otros departamentos.
Este hecho, cambiaría para siempre algunas costumbres, lo cual también se reflejaba en algunos versos que como el de don Víctor Fano Revoredo, decían:
Ay mi Huallanca tierra minera
de mucha fama, bien conocida
por eso vienen los extranjeros,
buscando el oro de su fortuna.
Como es de suponer, los foráneos tenían sus propias costumbres. Era común ver grupos que compraban el licor existente en las pequeñas cantinas y las hacían exclusivas para ellos y al llegar la noche producían desordenes callejeros, esto sucedía los sábados y domingos en que los trabajadores bajaban de la mina hacia la población y muchos de ellos se quedaban libando licor y no asistían a sus labores del día lunes.
Ante tal situación el Superintendente de la mina que era el ingeniero Teiji Yoneda nos convoca a las autoridades del Distrito para tratar de dar solución a este problema y luego de intercambiar ideas, el ingeniero se compromete a enviar movilidad al barrio de Carmen Alto los domingos en la noche, y la Policía haría notificaciones y batidas para reunir a los trabajadores y embarcarlos a su centro de trabajo.
Una tarde, me dirigía por el jirón Comercio hacia Carmen Alto y al pasar por la puerta de una cantina un trabajador me saluda muy cortésmente y me invita a tomar un vaso de cerveza, agradezco su gentileza y le refiero que no podía tomar, y reacciona diciendo:
-  “Jefecito Durán, quiero quitarle su tiempo solo un momentito, quiero que escuche este verso” y se pone a cantar en quechua:
 Amari pagaspa puricunquitsu             No camines de noche
 Amari machashga purinquitsu           No camines borracho
 Llullu Cabuhuantag tincunquiman   No te vayas a encontrar con el Bebé Cabo:
 ¡ Al calabozo !, nishunquiman.          ¡ Al calabozo ! , te dirá.

Cuando terminó de cantar, sus acompañantes se pusieron a reír y el cantante me manifiesta: “Disculpe Jefecito, es para usted, con todo respeto y cariño”. (Se refería al sobrenombre de “Llullu Cabo”  con el que se me conocía en esos tiempos).