miércoles, 9 de diciembre de 2020

Yo opino:

                           La política nos robó la inocencia     

                                                     Rolando Húbner Marcos Picón

La política era vista como una actividad digna, era un honor al que podía aspirar todo hombre o mujer, y tenía que desarrollarse teniendo como principios el conocimiento y la verdad, los que llegaban a ser autoridades eran vistos como hombres que se merecían respeto, y para saludarles nos teníamos que sacar el sombrero o cualquier prenda que tengamos en la cabeza.

Lamentablemente en las últimas décadas la política se ha ido desvalorizando, el desencanto ha sido gradual y lo estamos escuchando en cada una de las marchas que vemos; frases como “que se vayan todos”, “nadie me representa” y un largo etcétera de frases. La política nos robó la inocencia, se convirtió en un aprendizaje continuo de decepción, la indignación de jóvenes, de los trabajadores y de toda la población se puede explicar por las constantes acciones negativas; como si cada gobernante fuera peor que el anterior. Hoy la población reclama con molestia, se indigna, grita, se decepciona; en consecuencia hemos perdido la confianza en nuestros gobernantes, a los cuales nosotros mismo elegimos.

Es necesario recobrar el verdadero significado de la política, cuyo único ideal era el bienestar colectivo, que el ser representante de una institución, de las comunidades campesinas del pueblo o la región sea un honor, darle la importancia, el valor, y la responsabilidad que significa. Su práctica, no puede ser la de un circo de mala calidad o de una mercancía, que nos venden, donde todo cuesta, es increíble que se pague para ocupar cargos públicos, lo dijo alguna vez el colombiano Carlos Gaviria Díaz “cuando un candidato invierte millones y millones en su campaña, no es un candidato, es un empresario y como empresario, cuando sea elegido, sólo pensará en sacar lucro, provecho y en lo que menos pensará será en la gente” 

La situación actual no puede seguir, tiene que abrirse un nuevo camino, donde el debate de ideas, genere la promoción de nuevos líderes; la política no puede seguir siendo refugio de personas de dudosa reputación; de actos de corrupción, robos, malversación y engaños, necesitamos que más ciudadanos, en especial los más jóvenes, se comprometan con la ética pública, que vuelva ser un alto honor el representar como autoridad de un pueblo. 

La actual pandemia causada por el covid-19 ha venido a darnos muchas lecciones a la sociedad, pero también ha hecho temblar a nuestras autoridades, frente a una crisis de salud. Las reacciones han sido diversas y las decisiones que se han tomado minuto a minuto han venido a poner en tela de juicio la estabilidad y la popularidad entre la población, pero también ha sacado a la luz nuestra podredumbre moral, de quienes se han vuelto millonarios, a costa del sufrimiento del pueblo, muchas veces beneficiados o favorecidos por las autoridades de turno. 

La política no puede ser el refugio de la mediocridad, tenemos que elegir a nuestras autoridades, considerando sus valores morales, su ética personal, para no estar en una crisis continua de representatividad como el que estamos viviendo con nuestro gobierno regional de Ancash detenido por colusión agravada, el alcalde provincial y distrital, afrontando procesos de vacancia.

Pero siempre habrá quienes quieran defender lo indefendible y en la próximas elecciones votaremos por los mismos rostros que hoy criticamos; por eso tenemos representantes  que están en el poder por más de una década, ganando sueldos que no se merecen, esto siempre pasa porque nosotros los seres humanos somos los únicos seres torpes que se tropiezan indefinidamente con la misma piedra o a quienes el burro le patea a cada rato y muchas veces no es un asunto de inteligencia o que no sabemos elegir sino que hay intereses turbios que se manejan bajo la mesa o a escondidas.

Karl Marx decía que “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa o comedia”.