“LOS HIJOS DE PAPÁ”:
UNA DE LAS ÚLTIMAS PRESENTACIONES TEATRALES EN HUALLANCA
Un grupo de
huallanquinos estudiantes en las universidades de Huanúco, que en su mayoría
formaban parte de Huallanca Lobos Club, toman la iniciativa para emprender una
pequeña gira cultural a Huallanca y Huanzalá, allá en la década de los ochenta.
A continuación
una crónica al respecto, escrita por Jaime Morales Chávez.
Transcurría el año 1986, y para ese entonces, ya se
encontraban estudiando en la universidad los gestores de esta noble iniciativa;
me refiero a Miguel Causo Solís, Fernando Peña Medina, Amparo Astete Zevallos,
Adita y Mery Valverde Pozo, Corina y Gladys Astete Lozano, mi hermano Abel
Morales Chávez, Miguel Suarez Llanos (nuestro Juan Gabriel), a los que se sumaron
como colaboradores, dos amigos que vivían en Huanzalá, y ex alumnos del Colegio “José
Carlos Mariátegui” de Huallanca, que con mucho cariño a nuestra tierra, se
integraron al grupo, me refiero a Elisur Berrios Esteban y Agripino Justo
Salas, quienes se encargaron de la parte cómica del evento.
Como nada podía improvisarse y todo debería salir perfecto,
los gestores, convocaron a los mejores del medio para dirigirnos. Se
contactaron con Wilfredo Sotil Cortavarría, quien, para ese entonces era
director del Grupo de Teatro “Sobretablas”; asumiendo la responsabilidad de
elegir a los futuros “actores” y moldear poco a poco a cada personaje, hasta
convertirnos en piezas útiles para la obra.
Luego de los ensayos de la obra teatral, teníamos que practicar
las danzas. En forma personal debo confesar que la única danza que sabía bailar
era los negritos de Huallanca, pero nuestro objetivo no era llevar leña al
monte, sino que deberíamos practicar danzas nuevas y para ello se necesitaba
cierta destreza y habilidad al momento de ejecutar los movimientos. No se hubiera
logrado cuadrar la coreografía, sin la exígente dirección de los hermanos Kony
y Etel Llanos Mallqui, integrantes del Grupo de Danzas “Huánuco Canta y Baila”,
institución muy reconocida en el ambiente cultural huanuqueño, grupo al que
también pertenecía Amparo Astete Zevallos.
El tema musical para cada danza debería estar
estructurada de tal modo que encaje precisamente con cada tiempo, ritmo y
cambio repentino que obligaba la danza; eso fue posible, gracias al talento de
nuestro recordado amigo, Isaías Vargas Espinoza, conocido cariñosamente como
“Ruco”, musico y compositor huanuqueño, que junto a Gringo, Isaac, y tres
amigos más formaron el marco musical para las danzas y la parte musical de la
Obra Teatral.
Ya formaba parte de la rutina de cada integrante de la
Obra, durante la semana y los sábados por las noches previos a nuestra
presentación, dirigirnos en forma mecánica hacia la cuadra siete del Jr.
Leoncio Prado, la casa numerada con el 770, que, al ingresar por el enorme portón
blanco, te encontrabas en un ambiente amplio, propicio para nuestros ensayos.
Es oportuno agradecer en esta parte del relato a Rosario Alvarado Pozo
(Charito), quien, cariñosamente nos recibía muy alegre, en compañía de sus
primas Adita y Mery, que siempre tenían algún bocadito para compartir, antes y
después del ensayo. Que gratos recuerdos. Charito la esposa de Fernando Peña,
es hija de doña Fortunata Pozo Francheza, y para los que no la recuerdan, doña
Fortunata fue hermana de nuestra recordada Elvita Pozo Francheza.
Hasta que llegó el día esperado, para el cual, con
mucho esmero y dedicación nos preparamos. Era el momento de expresar sobre el
escenario, todo lo aprendido en los ensayos. Nuestra primera presentación fue
en la Mina Huanzalá. Gracias a que los representantes del Sindicato de Obreros
nos abrieron las puertas de su local, escenario que por muchos años era el
centro de debates y reclamos laborales, en esta oportunidad nos cedían para
montar nuestra Obra Teatral.
Las pesadas bancas de madera, estaban ordenadas en cuatro filas
en el enorme salón, sobre el piso de cemento, ocupadas por los mineros, sus
esposas e hijos, bien abrigados con pañolones, ponchos y casacas, por el insoportable frío que hacía, pero nada impedía
que familias enteras asistieran con una gran expectativa de ver la Obra Teatral;
la misma que fue publicitada días antes en el pizarrín de la Mercantil Central,
en el que se pegó el afiche de la Obra Teatral “Los Hijos de Papa” teniendo
como protagonistas a los jóvenes universitarios huallanquinos.
Fue emocionante escuchar el aplauso de la multitud
convocada esa noche, quienes muy emocionados no cesaban de aplaudir, al ver que
en forma ordenada todos los integrantes del elenco nos presentábamos tomados de
la mano al finalizar la Obra, haciendo una venia de agradecimiento, con lo que
se ponía fin a nuestra presentación. Luego retornamos a Huallanca a prepararnos
para la noche siguiente, donde sería nuestra presentación principal.
Amaneció muy pronto o es que me pareció, ya que la
noche anterior fue muy intensa y llena de emociones. Eran las siete de la
mañana y ya estaba de pie. Del patio de mi casa podía ver como la cumbre del “Cachipata”
y el “San Cristobal” se pintaban de sol, el cielo azul y el frio seco que se
sentía en el patio, hacían que mis movimientos sean mucho más rápidos para
generar abrigo. Al sentir los ruidos matutinos en el interior de la casa, “Ruco”
y los músicos que se alojaron en ella, uno tras otro, asomaban sus figuras al
abrir las puertas del cuarto donde pernoctaron. Probablemente sucedía lo mismo
en las casas de los paisanos que también albergaron a los ocasionales artistas.
Mi madre Justina, afanosa, ya tenía listo el desayuno y al ofrecerle mi ayuda
me encomendó que comprara el pan, por lo que de inmediato cogí la bolsa y me fui
a la tienda de don Feliciano Cori, quien muy pulcro se encontraba detrás del
mostrador. Previo saludo le pedí que me vendiera panes, los cuales muy
apetitosos y ordenados lucían en la vitrina. Con ellos se acompañó el suculento
desayuno.
Más tarde, nos reunimos con todo el grupo y nuestra
primera acción fue hacer el reconocimiento oficial del local. Para ello, se tenía
que obtener la autorización del director de la Escuela de Varones, Prof. Glisbardo
Falcon Agüero, quien con todo gusto nos dio las facilidades para el uso del
Salón de Actos de la Antigua 393, único escenario apropiado que en ese entonces
tenía nuestra tierra. Luego de verificar las instalaciones nuestro director de
la Obra dio su aprobación, por lo que, inmediatamente se ensayó algunos
desplazamientos para confirmar que el espacio era suficiente y que nada
fallaría. El piso del colosal auditorio, para los que recuerdan, tenía una
ligera inclinación hacia el escenario, por lo que las graderías del fondo se
encontraban elevadas en la misma proporción, estaban especialmente diseñadas
para que nada interrumpiera la visión del público, y todos puedan disfrutar sin
contratiempos del contenido de la obra.
Así transcurrieron las horas, hasta que por fin el
reloj marco las siete de la noche y ya se podía observar en el interior del
Salón de Actos, una nutrida concurrencia de familias enteras, que poco a poco
iban ocupando las bancas y de acuerdo con su preferencia algunos preferían las
graderías. Entre ellos se podía observar a nuestros padres que con gran
entusiasmo conversaban animadamente momentos previos a la puesta en escena de
la Obra esperada.
Se apagaron las luces del salón y de pronto, se escuchó
por el parlante, el saludo cordial de una voz impostada del maestro de
ceremonia. Se abrieron los telones y se podía observar en el centro del
escenario a nuestro director, quien agradeció infinitamente la presencia de los
asistentes y de modo sucinto dio a conocer el detalle de la obra a presentarse,
y sin más preámbulos se dio inicio a la obra literaria. Se produjo el silencio
del culto público, cuando apareció en escena la figura del papá, en la obra
interpretada por Miguel Causo, caminando con una postura señorial; la esposa,
protagonizada por Betty Solis, que hacia el papel de “Josefa”, una ama de casa
sumisa y laboriosa. Amparo hizo el papel de la hija estudiosa; el Director
interpretó al hijo mayor rebelde, desobediente y grosero; y Abel, al hijito menor.
El argumento de la Obra trataba de explicar de un modo
escénico, los conflictos y vivencias que en esos años se daban y se dan hasta
la actualidad dentro del seno familiar. Cómo los padres se dejaban dominar por
la actitud del hijo rebelde y mal educado; la protección, el cuidado y la
preferencia que le daban al hijo estudioso o ejemplar. Por lo que más de un
asistente vio reflejado en dicho argumento sus vivencias diarias, donde unos a
otros murmuraban diciendo – Es cierto eso pasa en la vida real. Así transcurría
el desarrollo de la obra hasta que la nota anecdótica la puso Miguel Causo,
cuando en una parte de la escena y aprovechando el silencio del auditorio, gritó
repentinamente - ¡Josefaaaaa! - llamándola a su mujer. Fue cuando la tía Josefa
Ampudia que estaba muy concentrada espectando la obra, al oír el grito, giró
por un acto de reflejo hacia la puerta del local creyendo que era el tío
“Shini” quien la llamaba con su voz imponente. Causando gracia en el público
que irrumpió en una risa generalizada.
Nada se hizo con fin de causar malestar ni aludir a
persona alguna, en el argumento de la obra, todo salió de momento, gracias a la
creatividad del personaje, quien tenía licencia para improvisar sin alterar
sustancialmente el contenido de la obra. Por lo que, luego de 34 años,
ofrecemos las disculpas si de algún modo se agravió a alguien o se hirió
susceptibilidad alguna.
El garbo y destreza de Kony y Etel al bailar el
Carnaval de Arapa, El Cajelo y el Carnaval de Arequipa, obligaba a que todos
los demás integrantes hicieran lo mismo. Desde el público se podía observar un
grupo uniforme y acompasado en el que ninguno perdía el paso ni la postura
necesaria hasta culminar cada baile.
La presentación llego a su fin, el auditorio nos retribuía
con aplausos el esfuerzo puesto por cada uno de nosotros en el papel que nos
asignaron, para entregarle a nuestro pueblo, en arte, lo que ella tanto nos dio
al cobijarnos bajo su cielo. Estoy seguro de que todo huallanquino siempre está
dispuesto a dar todo por su tierra y en ese momento nosotros lo dimos todo.