lunes, 11 de noviembre de 2019

Yo opino:

Tal vez mañana
Rolando Húbner Marcos Picón

“Tal vez mañana los poetas pregunten por qué nuestros poemas eran largas avenidas por donde venía la ardiente cólera.”  Frase del poema Epístola a los poetas que vendrán, del peruano Manuel Scorza, esta frase no hace más que denunciar que después de décadas, los avances en materia de desarrollo de nuestro pueblo ha sido ínfimo y como pueblo aún padecemos de monstruos, como: la pobreza, la exclusión, la desnutrición infantil, la falta de servicios básicos de calidad. Entonces la conclusión también es poética “por todas partes oíamos el llanto, por todas partes nos sitiaba un muro de olas negras”,  por todas parte se escucha las quejas, las demandas; y la respuesta: un inmenso muro de indiferencia, silencio; no hace más que confirmarnos que nos falta mucho para ser un pueblo justo y próspero.

Y tal vez mañana nuestros hijos pregunten, ¿y qué hay de tus sueños?; del hermoso amanecer, del cielo azul donde volaba el cóndor, cual amo y dueño y pintaba con sus alas de negro el firmamento, ¿qué hay de la lluvia, de los vientos que pasan silbando? ¿Qué hay de los nevados de belleza impresionante, que en sus entrañas escondían infinidad de leyendas, de tradición e historia, que fue del manto blanco que lo cubría? ¿Qué hay de las cosas que dijiste que eran tuyas y mías, por qué dejaste que todo se destruya? ¿Alguna vez te has parado a observar el llanto de los cerros, la muerte de la tierra o la indiferencia de quiénes vinieron como visitantes y hoy se creen dueños?, ¿Por qué dejaron de cantar el himno al centenario de nuestra patria chica?.

Tal vez mañana nuestros hijos pregunten ¿Qué hay del pueblo solidario, hermoso, rico y generoso? ¿Qué hay de la paz, de los campos donde corrías, saltabas las pircas y podías caminar libremente pisando las hojarascas que habían caído de los árboles? ¿Qué fue del bosque del amor donde los amantes grabaron sus nombres? ¿Qué fue de nuestros sueños, de que el cielo era el límite? Qué fue de Huallanca un pedacito de cielo, donde todo era hermoso, limpio, tranquilo, justo; un pueblo donde todos vivíamos como hermanos ¿Por qué hoy todos caminamos como zombis a la deriva?.

Entonces me detengo y pienso, cómo llegamos, de ser hermanos, “paisitas”, a competir por tener más,  entre nosotros, a ser individualistas, egoístas y casi ya no queda lugar para los sentimientos, para la charla, el lonchecito, ¿pasaremos a ser como antiguas ruinas y quedaremos, en los libros, en poemas y canciones, como los restos de un mundo que fue más humano?.

Y tal vez yo con la mejilla humedecida y tratando de despertar de esta pesadilla empiece a contestar. Fuimos “hijos de la bonanza”, de una sociedad mercantilizada, donde la ambición por el dinero nos ganó, nos preocupamos más por el momento, por el ahora, nos inventaron fiestas donde el licor, las jaranas, la alegría momentánea fue diluyendo la hermandad, nuestra identidad y pasamos a ser  seres solitarios.

Y seguro en algún momento de este proceso dejamos de pensar en el modelo de sociedad que queríamos, porque pensamos que no era necesario, que lo importante era vivir bien hoy y después pensaríamos en mañana, y el egoísmo, la indiferencia, empezó a instalarse en nuestras vidas, llegaron nuevas religiones y buscaron enfrentarnos.

Cuando despertamos de la resaca nos encontramos, que después del individualismo habíamos sido tocados por el desprestigio a las instituciones políticas, se había instalado la corrupción, el robo, la malversación, la viveza, la polarización ideológica que hace imposible el diálogo, sentarnos a la mesa compartir y pensar en el tipo de hijos que le vamos a dejar a nuestro pueblo, y como si esto no bastara hemos instaurado en nuestra sociedad la superficialidad, “si estoy bien yo, que me importa el resto”.

A pesar del desconcierto, que provoca encontrarse en medio de un cambio de época, cuando ya no hay respuestas para justificar lo que hemos hecho o dejado de hacer, después de tantos sueños truncos, cuando tenemos que responder a preguntas que se clavan como dagas, creo que ha llegado el momento de despertar.

Por ello que  este manifiesto sea un llamado a la esperanza, que todos retomemos nuestra identidad, por qué no comenzar con cantar el himno al centenario de nuestro pueblo (1939). “Al conjuro del trabajo de tus hijos erguiste triunfante en el ande conquistando férreo tesón  de ser pueblo un hermoso sitial...”. Vamos a comprometernos e invitar a recuperar la fraternidad, la solidaridad, gratitud y trabajar por lo común, combatir el individualismo y la indiferencia.

Vamos a pensar en el bienestar común, vamos a demostrarle a los que vienen atrás, que el consumismo no es éxito; vamos a defender lo correcto, lo justo, entonces comprenderemos, que todo no está perdido. Y termino como empecé: “el poeta encenderá la hoguera donde se queme este mundo sombrío”