Tal vez mañana
Rolando Húbner Marcos Picón
“Tal vez mañana los poetas pregunten por qué
nuestros poemas eran largas avenidas por donde venía la ardiente cólera.” Frase del
poema Epístola a los poetas que vendrán, del peruano Manuel Scorza, esta frase
no hace más que denunciar que después de décadas, los avances en materia de
desarrollo de nuestro pueblo ha sido ínfimo y como pueblo aún padecemos de
monstruos, como: la pobreza, la exclusión, la desnutrición infantil, la falta
de servicios básicos de calidad. Entonces la conclusión también es poética “por todas partes oíamos el llanto, por todas
partes nos sitiaba un muro de olas negras”,
por todas parte se escucha las quejas, las demandas; y la respuesta: un
inmenso muro de indiferencia, silencio; no hace más que confirmarnos que nos
falta mucho para ser un pueblo justo y próspero.
Y tal vez
mañana nuestros hijos pregunten, ¿y qué hay de tus sueños?; del hermoso
amanecer, del cielo azul donde volaba el cóndor, cual amo y dueño y pintaba con
sus alas de negro el firmamento, ¿qué hay de la lluvia, de los vientos que
pasan silbando? ¿Qué hay de los nevados de belleza impresionante, que en sus
entrañas escondían infinidad de leyendas, de tradición e historia, que fue del
manto blanco que lo cubría? ¿Qué hay de las cosas que dijiste que eran tuyas y
mías, por qué dejaste que todo se destruya? ¿Alguna vez te has parado a
observar el llanto de los cerros, la muerte de la tierra o la indiferencia de
quiénes vinieron como visitantes y hoy se creen dueños?, ¿Por qué dejaron de
cantar el himno al centenario de nuestra patria chica?.
Tal vez
mañana nuestros hijos pregunten ¿Qué hay del pueblo solidario, hermoso, rico y
generoso? ¿Qué hay de la paz, de los campos donde corrías, saltabas las pircas
y podías caminar libremente pisando las hojarascas que habían caído de los árboles?
¿Qué fue del bosque del amor donde los amantes grabaron sus nombres? ¿Qué fue
de nuestros sueños, de que el cielo era el límite? Qué fue de Huallanca un
pedacito de cielo, donde todo era hermoso, limpio, tranquilo, justo; un pueblo
donde todos vivíamos como hermanos ¿Por qué hoy todos caminamos como zombis a
la deriva?.
Entonces me
detengo y pienso, cómo llegamos, de ser hermanos, “paisitas”, a competir por
tener más, entre nosotros, a ser
individualistas, egoístas y casi ya no queda lugar para los sentimientos, para
la charla, el lonchecito, ¿pasaremos a ser como antiguas ruinas y quedaremos,
en los libros, en poemas y canciones, como los restos de un mundo que fue más
humano?.
Y tal vez yo
con la mejilla humedecida y tratando de despertar de esta pesadilla empiece a
contestar. Fuimos “hijos de la bonanza”, de una sociedad mercantilizada, donde
la ambición por el dinero nos ganó, nos preocupamos más por el momento, por el
ahora, nos inventaron fiestas donde el licor, las jaranas, la alegría
momentánea fue diluyendo la hermandad, nuestra identidad y pasamos a ser seres solitarios.
Y seguro en
algún momento de este proceso dejamos de pensar en el modelo de sociedad que
queríamos, porque pensamos que no era necesario, que lo importante era vivir
bien hoy y después pensaríamos en mañana, y el egoísmo, la indiferencia, empezó
a instalarse en nuestras vidas, llegaron nuevas religiones y buscaron
enfrentarnos.
Cuando
despertamos de la resaca nos encontramos, que después del individualismo
habíamos sido tocados por el desprestigio a las instituciones políticas, se
había instalado la corrupción, el robo, la malversación, la viveza, la
polarización ideológica que hace imposible el diálogo, sentarnos a la mesa
compartir y pensar en el tipo de hijos que le vamos a dejar a nuestro pueblo, y
como si esto no bastara hemos instaurado en nuestra sociedad la
superficialidad, “si estoy bien yo, que
me importa el resto”.
A pesar del
desconcierto, que provoca encontrarse en medio de un cambio de época, cuando ya
no hay respuestas para justificar lo que hemos hecho o dejado de hacer, después
de tantos sueños truncos, cuando tenemos que responder a preguntas que se
clavan como dagas, creo que ha llegado el momento de despertar.
Por ello que este manifiesto sea un llamado a la
esperanza, que todos retomemos nuestra identidad, por qué no comenzar con
cantar el himno al centenario de nuestro pueblo (1939). “Al conjuro del trabajo de tus
hijos erguiste triunfante en el ande conquistando férreo tesón de ser pueblo un hermoso sitial...”. Vamos a
comprometernos e invitar a recuperar la fraternidad, la solidaridad, gratitud y
trabajar por lo común, combatir el individualismo y la indiferencia.
Vamos a
pensar en el bienestar común, vamos a demostrarle a los que vienen atrás, que
el consumismo no es éxito; vamos a defender lo correcto, lo justo, entonces
comprenderemos, que todo no está perdido. Y termino como empecé: “el poeta encenderá la hoguera donde se
queme este mundo sombrío”