Cuando todos duermen
Rolando Húbner Marcos Picón
Hay días que uno amanece inspirado, despierto con una
esperanza de querer hacer algo grande, algo que inspire; y siento que está en
nuestras manos el cambiar de actitud, que si es posible el sueño de vivir como
hermanos.
Aún no amanece y me he levantado a escribir antes que las
ideas se me vayan, aprovechando el silencio de una ciudad que duerme, la
soledad del desorden de las calles, y de la gran cantidad de letreros que nos
anuncian que la campaña electoral ya está presente, sin el desorden de los vehículos
y peatones.
Les pido que nos detengamos a pensar en la grandeza, que como
pueblo tenemos, en la nobleza de nuestra gente, que tengamos el coraje de
cambiar, de recuperar y valorar la grandeza de nuestra tierra.
En este amanecer silencioso me he dado cuenta que
trágicamente estamos perdiendo nuestra capacidad de diálogo, nuestra capacidad
de observar, contemplar lo que nos rodea.
Hemos perdido nuestra capacidad de conversar en la mesa, en las bancas de las
plaza de armas, en la tienda o la bodeguita del barrio, las charlas de las
esquinas, las discusiones, los enojos, las anécdotas, chistes y comentarios del
quehacer diario.
La modernidad las pantallas del tlevisor, las tablets, los
celulares, y computadores, nos han robado los mejores momentos, nos ha vuelto
adictos a la tecnología, y hemos perdido la capacidad de mirar y ver lo
cotidiano, la hermosura de un amanecer, de un atardecer, la carcajada de una
mujer, el juego inocente de los niños, sentir el perfume de las flores, el
canto de las aves, me sorprende como vemos, comentamos y nos admiramos con los
paisajes cuando son publicados en una de estas páginas de internet, acaso en
las fotos de ven mejor que en la realidad o no hemos hecho una pausa para
contemplar las maravillas que nos rodean.
Nos han dicho que estamos conectados con el mundo entero a
través de estas pantallas, cuando en realidad nos arranca la posibilidad de
vivir como ciudadanos, nos quedamos hipnotizados delante de esta pantallas, nos quita la posibilidad de
conversar con alguien, nos quita la posibilidad de intercambiar ideas, debatir,
reírnos, y cantar, nos han subido el volumen, hoy ya no hablamos, nos gritamos,
porque a todo le hemos subido el volumen ya no hay lugar silencioso para
conversar.
Es difícil ver los noticiarios, leer la prensa, escuchar la
radio, sin deprimirse, enojarse o quejarse; no solo vivimos sumidos en una
crisis de moral, empobrecido y rodeados por el virus letal de la corrupción que
nos rodea, decepcionados cuando vamos
descubriendo la mediocridad y codicia de nuestros gobernantes, la ineficiencia
en nuestras instituciones, la televisión se ha convertido en un exponente
cotidiano de lo vulgar.
Da pena ver todo esto, y qué duda cabe, parece que todos
estamos hipnotizados, desanimados, perdiendo el humor, nuestra capacidad de
conversar; ojalá podamos cambiar y volver nuestras miradas a la infinita
riqueza que tenemos, una fiesta de colores olores, y sabores, ojala podamos
hacer una pausa para, contemplar las cosas hermosas que Dios ha puesto a
nuestro lado.