Hasta cuándo esta paciencia
Rolando Húbner Marcos Picón
No podemos negar
que vivimos en los últimos años una situación de apatía política y un descrédito
a quienes la ejercen no sólo en el ámbito local sino también nacional; como
sociedad nos hemos vuelto cada vez más individualistas, solitarios, abandonados
y sin tejido social.
Hemos entrado a
formar parte de una sociedad, peligrosamente caracterizada por la incapacidad
de administrar el bien común, lo que es de todos; garantizando a la gente como
mínimo salud, educación, servicios básicos de calidad; sobre todo ejercer un
control eficiente del manejo de los intereses del pueblo, pareciera que lo público
resulta ser bamba, falsificado, engañoso, o algo que algunos pueden disponer
cuando quieran.
Se extraen
ejemplos, existe mucha información, se
escucha en la calle, denuncias, sin ningún castigado y nadie nos ha podido brindar una explicación
sensata de lo que sucede, denuncias,
acusaciones de ambos lados solo suman para que el común de los ciudadanos dude
más de la política y los políticos.
Si el agua no
corre, se empoza y huele mal, necesitamos hace mucho tiempo un sinceramiento de
quienes nos dirigen o pretenden dirigir los destinos de nuestro pueblo; tenemos
que desterrar de nuestro pueblo esa
frase con que nuestros políticos quieren
justificar sus actos, “hablarán, dirán y luego se olvidarán”.
Decían antes “la
voz del pueblo es la voz de Dios”, y hoy parece que peligrosamente está dejando
de ser la voz de Dios porque no se le distingue, ha perdido fuerza, no tiene
peso, pasa desapercibida, nadie le hace caso; se quiere remplazar la voz del
pueblo por las encuestas o por lo que opina quienes forman parte del círculo de
seguidores del gobierno de turno.
La voz del pueblo
se nutre de opiniones de oportunistas, está desinformada, no sabe dónde ni cómo
encontrar una información que sea real o verdadera, y se conforma con lo que
escucha, se comenta o se dice en la esquina, en una cantina, o en las calles;
por eso tiene un papel irrelevante en la discusión política y no se le tiene en
cuenta.
Gobernar
significa utilizar los recursos públicos para resolver los problemas sociales
básicos para poder vivir bien todos, y no tenemos nada que agradecerle a
nuestras autoridades o a quien repara las calles, pone alumbrado público, limpia
los parques y además realiza obras públicas, y como ciudadanos nos corresponde
fiscalizar que las obras estén bien hechas, para identificar quien sirve y
quien se sirve de los cargos públicos.
No hay seguimiento a las
denuncias que se hacen, parece que a nadie le interesa tomarse el papel de
fiscalizador; las noticias llegan, se
comenta, crecen y desaparecen, influye muy poco o casi nada en la realidad loca;
una denuncia llega y parece que a los involucrados ni les despeina. Hasta cuándo
durará esta paciencia.