RECUERDOS DE HUANZALÁ
Rolando Húbner Marcos Picón

Era la época de los inicios de la
mina, seguro a los trabajadores alguien les dijo “ustedes van a tener casa
gratis, no van a pagar agua, luz, ni kerosene, tendrán atención médica,
educación para sus hijos, van a trabajar cobrar un sueldo y van a vivir
gratis”.
En principio fueron sólo un
puñado de mineros y sus familias, pero el campamento creció y empezaron a
llegar comerciantes, formaron La Parada, donde se abrieron mucho quioscos,
tiendas de ropa artefactos electrodomésticos, estaba casa blanca donde vivían
los trabajadores eventuales; lejos de todo cerca del sol, la luna y el cariño de
todos como una misma familia.

En Huanzalá no sólo se vive y se trabaja; sino
que muchos se casaron, formaron familia, acá nacieron sus hijos, aunque nada
les pertenecía, lo sentían como propio y cuando le dijeron que tenían que irse
era como decirles que tendrían que meter sus vidas en una caja de cartón y
marcharse… ¿se podría hacer esto?

Llegó para muchos el día más
doloroso de sus vidas, llegó el día en que abrieron sus puertas por última vez,
llegó el día de retirarse, los últimos dos o tres días la pasaron empacando
cada una de sus cosas, armando la mudanza, guardando fotografías familiares,
muebles, sacando las cortinas; pero se dieron cuenta que algo falta guardar: el
cielo serrano, el clima frígido, las noches estrelladas, el trinar de las aves,
ni el sonido de las sirena a las siete de la mañana, a las doce del medio día,
anunciando la hora del almuerzo, o a las cuatro de la tarde la salida; no
podían llevarse el parque, los columpios, los amigos se quedaban.
Muchos pensaron en perennizar las
fachadas de sus campamentos con frases, como: “tú y yo”, “aquí fuimos felices”,
“gracias Huanzalá por los momentos felices”, “se queda aquí mis mejores años”,
o de los hijos que desde lejos derramaron lágrimas de impotencia porque no
comprendían por qué los sacaban, de algo que ellos creían propio, y las
preguntas llegaron, ¿A dónde iremos ahora?, ¿A dónde volveré?, ¿Por qué?, ¿y
mis amigos a dónde van?, ¿nos volveremos a encontrar?, o tal vez un simplemente
duele porque no hubo despedidas simbólicas,
sino despedidas dolorosas, reales.