Una mano amiga
Por Octavio Durán López (*)
La vida nos da muchas oportunidades inesperadas que quedan grabadas en nuestra mente de por vida. Esta historia se remonta a enero del año 1970 y ocurrió en el distrito de Quivilla, provincia Dos de Mayo, Departamento de Huánuco; conforme narré lo ocurrido el 10 de enero de ese año por el accidente de “Huagtahuaru” un grupo de autoridades, amigos y familiares de Carlos Barrenechea nos dirigimos a Quivilla por haberse recibido un telegrama dando cuenta que en un islote del río Marañón había un cuerpo de sexo masculino y al llegar al sitio señalado todos reconocimos el cuerpo de mi amigo Carlos Barrenechea Reyes, más conocido como Callín.
Empezamos a tratar de rescatarlo por diferentes medios mientras los trabajadores de la mina Santa Luisa de Huanzalá empezaban a instalar una oroya yo traté de llegar a nado, pero faltando poco para llegar a mi objetivo una fuerte corriente me arrastró río abajo saliendo a unos 50 metros. No cejando en mi esfuerzo quise entrar nuevamente, en eso, siento una mano en mi hombro y al voltear veo a una dama huallanquina que me dice:
- ¡“Octavio, Callín está muerto, deja que terminen de hacer la oroya, a ti te necesitamos vivo”!
Ante tal pedido me puse a meditar cuando en ese mismo instante aumenta el caudal del río y ante nuestra mirada atónita, el cuerpo de nuestro amigo es arrastrado y desaparece en “ranran”. Siempre me puse a pensar qué hubiese pasado si entraba nuevamente, es muy probable que hubiera perdido la vida por cuanto en esos lugares las corrientes del río Marañón son imprevisibles. Y vivo agradecido por siempre.
Otro momento triste fue el 31 de agosto del 2010, en que se llevó a cabo el entierro del cuerpo de mi apreciado compadre Eugenio Córdova Barrenechea en el cementerio del Callao con la asistencia masiva de la colonia huallanquina que con gran pesar acompañó el cuerpo del finado hacia su última morada, interviniendo varias personas haciendo referencia de la personalidad del occiso y a mí se me ocurre entonar una canción de Iglesia que dice así:
I
Jutsa sapa cainichumi, Por ser pecadorGam Diosnita piñatserga a ti mi Dios te ofendí
Cuyapamy llaqyuipamay ámame y compadécete de mi
Huactsa cuyag Jesucristo Jesuscristo que amas al pobre
II
Amanari shututsutu Que ya no caiga
Yahuarllaiqui shututsunstu más tu sangre
Cuyapamay llaquipaamay quiéreme, compadécete de mi
Mantsacasham cutillamu arrepentido vuelvo a ti.
Cuando terminé de cantar, la emoción me embargó y unas lágrimas cayeron, cuando en eso, siento una mano en mi hombro y una voz que decía:
- “Octavio, tu eres fuerte, serénate”.
¡Era la misma mano y la misma voz que escuché 40 años atrás en Quivilla de esa distinguida dama huallanquina!
Cosas inolvidables que se presentan en la vida.
(*) El autor es natural de Pomabamba, trabajó en Huallanca por la década del 60 en el Puesto de la Guardia Civil; más que policía, fue un gran amigo de grata recordación en el pueblo.