Un lugar silencioso
Rolando Húbner Marcos Picón
En ésta biblioteca
llena de autores, he visto muchos nombres conocidos, muchas historias de los
que partieron en su hora y en su momento, pero también están los que fueron
arrebatados aquellos que se fueron sin querer, aquellos que dejaron sus libros
por terminar, agendas viejas, hojas de apuntes que hoy parecen inservibles,
poemas de amor que nunca se dedicaron, canciones que no se cantaron, proyectos
y sueños que quedaron inconclusos.
Muchos libros ausentes,
que seguro se guardaron en bibliotecas que no pertenecían porque un día sus
autores fueron desterrados de sus pueblos por las circunstancias de la vida,
por estudio, por trabajo, o por buscar algo mejor y con el dolor de sus
corazones empacaron: sus alegrías, dolores, recuerdos, amigos, amores que nunca olvidaron; con nostalgia
allá lejos recordaron cada día lo silencioso de sus punas, el olor a pan recién
horneado, el olor a eucalipto, la alegría de despertarse con el cantar de los
gallos y el dulce trinar de las aves; se llevaron con ellos la hermosura de un
amanecer, de un atardecer, de noches oscuras y sin luna, o de noches de
estrellas donde el firmamento invita a contemplar en silencio el sonido del
viento; se llevaron en sus recuerdos días de lluvia o sol radiante, se llevaron
también sus tardes de toros bravos, la elegancia de su baile de los
negritos y la promesa incumplida cuando
repetían, si muero lejos díganles que estoy dormido y lleven a mi Huallanca ahí
bajo la sombra de un arbolito guarden mis restos.
Caminas por cada una de las tumbas y las
preguntas llegan ¿habrán terminado de escribir la historia de sus vidas? o
habrán salido en este último viaje de improviso dejando muchas hojas en blanco,
con números que no se usan, llamadas que no se hicieron, sin despedirse y en el
libro de sus vidas quedaron tres puntos o continuará y hoy reposan en esta
biblioteca fría y silenciosa, donde queda guardado todo los secretos, y
mientras camino el guardián del
cementerio me ha mostrado uno a uno cada uno de estos libros, he observado en
cada uno de ello una flor que florece regado por las lágrimas de los que se
quedaron, o quizás esa flor muestre la belleza, la nostalgia, o el silencio de
cada luz que se apagó de repente sin aviso,
porque no debieron partir.
No hubo copas ni
canciones, sólo nostalgia, sólo recuerdos, nombres del patrón, del jornalero,
del joven, del niño, el abuelo, la abuela, el vecino, el amigo, el paisano, acá
todos llegamos y llegamos como venimos al mundo, sólo con nuestros recuerdos,
la alegría de lo vivido, de los viajes, sin odios ni rencores a formar parte de
esta inmensa biblioteca que el tiempo cruel hace muchas veces que se olviden
que un día fue interesante.
No he contratado a la
orquesta, ni amigos que me van acompañar cuando también vaya a formar parte de
esta biblioteca silenciosa, misteriosa, donde una vez al año llega la gente a
compartir recuerdos, anécdotas, a rezar por el descanso de sus seres queridos;
cuántos libros guardados, libros ajenos de quiénes amaron esta tierra acá
descansará en este lugar nuestra esencia de todo lo que somos que no es otra
cosa que nuestras amistades, nuestros amigos, los lugares visitados; sólo eso,
nuestra mochila sólo cargará eso el amor dado y el recibido.