martes, 8 de marzo de 2022

Yo opino:

                            El silencio de los buenos

Rolando Húbner Marcos Picón

Ayer recordé con mucha preocupación el silencio de los buenos, de los mejores, y me pregunté: ¿Por qué tanto silencio? ¿Por qué callamos? ¿Por qué no protestamos?, ¿Por qué no opinamos?, ¿Por qué preferimos mantenernos al margen de los problemas que como pueblo tenemos? Para evitar la polémica dicen: guardar silencio, mirar para otro lado, volvernos ciegos, indiferentes, y pasivos.

Falta sólo ocho meses para que llegue a su fin un gobierno municipal, más la ilusión por una nueva forma de gobierno, honesto, comprometido con el pueblo; poco a poco se fueron yendo al basurero del desencanto, y de pronto pareciera que volvemos al mismo circo que ya conocemos con actores diferentes; a observar lo de siempre: los chismes, las medias verdades, acusaciones, insultos, conspiraciones, amenazas y quiénes dicen ser los buenos desde las tribunas; no saben si aplaudir o guardar silencio y parece que la gente mala ha usado el tiempo con más eficacia, mientras los buenos nos hemos callado, hemos mirado para otro lado. Decía el gran Martin Luther King: “Tendremos que arrepentirnos en esta generación no simplemente por las palabras y acciones odiosas de las personas malas, sino también por el espantoso silencio de la gente buena.”

Los problemas que aquejan a nuestro pueblo no sólo son producto de las acciones malas, de decisiones erradas o amañadas, de la corrupción, de la falta de capacidad de gasto, de la falta de gestión, transparencia o la desidia de quienes dirigen los destinos de nuestro pueblo, sino también en mayor medida de nuestra actitud contemplativa, de indiferencia, de creer que los problemas de los otros no nos importa; ese individualismo malvado que se ha apoderado de nuestra sociedad y nos ha llevado  a olvidar al otro, debe ser desterrado.  Nuestras autoridades que llegan a este último tramo de la carrera ya sacando lengua, pidiendo hora, o esperando que llegue el fin de un gobierno municipal más, que se va sin haber  marcado la diferencia.

Nuestros dos últimos gobiernos municipales no han sido nuevos en la función pública, sin embargo el exceso de confianza o el pragmatismo, ha convertido a nuestras autoridades en autoritarios y vivir en un permanente enfrentamiento con sus regidores, donde los primeros han pretendido actuar como si gobernaran solos sin regidores a quienes involucrar en los planes y proyectos que como pueblo se tiene, sin rendirle cuentas a nadie, sin buscar ayuda, preguntar intercambiar pareceres, negociar y comenzar a cumplir con cada uno de las promesas de campaña. Dicho en palabras simples, a nueve meses para el fin de este periodo de gobierno municipal queda la frustración, la desconfianza. Y el sueño de cambio, de pasar a la historia como un gobierno diferente, un referente en la política local se desvaneció y no hubo nada diferente; el alcalde se queda solo, los regidores por su lado y el pueblo con los mismos problemas de siempre.

Nuestra indiferencia, nuestra individualidad, la fragmentación de nuestra sociedad son realidades aunque dolorosas que no podemos cubrirlo con decir: “Huallanca, Tierra Hermosa Rica y Generosa”, lo increíble es que a pesar de nuestro penoso egoísmo, casi todos dormimos tranquilos, mostramos en nuestras redes sociales imágenes de lo felices que somos, mientras en nuestro medio o como dirían nuestros abuelos, en nuestras narices se destruye la hermosura de nuestros paisajes naturales, se contaminan nuestras aguas, se destruye el futuro de las tierras que tomamos prestado de nuestros hijos, nuestra conciencia esta adormecida por el consumismo, el dinero, y “la buena vida”  

Nos han vendido la idea que nuestras vidas es como la aritmética, sumas y restas, cifras y datos. Espero no ofender a nadie, sé que muchos nos creemos buenos, los correctos, porque no hemos hecho nada malo, siempre hemos actuado dentro de la ley, pagamos nuestros tributos y los servicios que se nos brinda. ¿Pero qué hemos hecho por nuestro pueblo, por nuestro barrio, por los niños, por preservar la hermosura que Dios ha puesto en nuestra tierra? ¿Qué hemos hecho?, nada; esa indiferencia y pasividad por el bien común es lo que me preocupa, ese silencio cómplice de los buenos me dice que algo estamos haciendo mal como sociedad.