miércoles, 8 de septiembre de 2021

Yo opino:

                                        Imaginando el Huallanca de los años 1900

Rolando Húbner Marcos Picón

Regresando a casa, una noche de luna, de cielo azul y un firmamento lleno de estrellas luminosas, caminando por las calles solitarias, del barrio Lima, me imaginé el Huallanca de los años 1900, y entonces desde lejos llego a mi mente, figuras e imágenes que empezaron a atraparme. Paré; hice una pausa y el sonido del rio Ishpag rompió el silencio, seguí ahí intentando acaparar todas las imágenes que fueran posibles y podía caber en la memoria de mi cabeza que ya va fallando, después de un rato parado noté que dos pequeñas lágrimas recorrieron mis mejillas y el silencio volvió, estaba frente a la entrada de lo que años atrás fue la Hacienda Minera Carmen de Buena Vista.

Las imágenes en blanco y negro, relataban no solo el duro trabajo de los mineros, sino también su carácter, sus olores, sus dolores y pesares, Huallanca está rodeado por majestuosos cerros, que en sus entrañas esconde riquezas que los empresarios extranjeros buscan, y son arrebatados a fuerza de barrenos, combas y palas, tiene tres haciendas: la Florida, Manuelita, y Carmen de Buena Vista, hay muchas máquinas, es un pueblo industrializado.

El humo de las chimeneas tiñe de negro el cielo azul, está amaneciendo hay mucha gente que se mueve, Llegan las primeras recuas, un arriero huallanquino, montado un brioso caballo, que al trotar saca chispas de fugo del empedrado, con botas de cuero, pantalón de montar, poncho de lana, sombrero y una chalina que cubre su cuello para mitigar el frio de la helada hace su ingreso con una recua de cuatro mulas cargadas del rico mineral de plata, viene de la mina “Pozo Rico”

Las haciendas mineras desaguan sus aguas de lavado al río Ishpag y Torres que además contaminan el rio Vizcarra; aguas que tienen cobre, fierro y arsénico, estas mismas aguas que usa el pueblo, pese a que puede ser nocivo para la salud, en las haciendas trabajan muchos huallanquinos como operarios, también hay extranjeros, que son los dueños o administradores de la empresa.

Los hornos al aire libre emanan un humo negro, los gases de metal son nocivos para la salud de los operarios y pobladores de Huallanca, es necesario una chimenea, estos hornos funcionan con carbón que son traídos de las minas de la zona.  

Es domingo y de las minas; la gente ha bajado al pueblo a hacer sus compras, los vecinos han madrugado para limpiar sus calles, se siente el olor a pan recién sacado del horno, en las bodegas se exhiben, botellas de chicha de jora, coñac, anisado, la coca fresca recién llegado desde Monzón, los quesos frescos, hay bizcochos y otros víveres.

 En la plaza mayor el empresario minero, elegantemente vestido con un corte europeo y sombrero alto, se pasea llevando en sus brazos a una hermosa dama que va derrochando belleza y elegancia, con vestido de acuerdo a la moda europea de esos años, confeccionados especialmente y a su medida, lleva un sombrero grande adornado por hermosas plumas, va rodeada de muchas sirvientas.

El forastero minero llegado de los pueblos vecinos, también ha bajado de la mina, tiende en el piso una manta, saca un puñado de hojas de coca y los empieza a masticar para paliar el hambre, la fatiga, acaso para consultar su suerte a la hojita verde, o mitigar las penas que lleva en el alma, de rato en rato toma un sorbo de aguardiente, después de muchos días de permanecer en las alturas soportando el frio, el hambre y la soledad, son hombres de piel curtida, con las manos callosas, los que están encargados de arrebatarle a los cerros la riqueza que codician los empresarios extranjeros, a base de combo y barreno.

Un saco de piedras, gotas de sangre y seguro minutos de vida que se va chupando el cerro gota a gota, sudor que muchas veces se confunde con lágrimas de dolor que caen de los ojos.

Todos trabajan: unos son arrieros, otros trabajan en las minas, en las plantas de fundición de las tres Haciendas Mineras, muchos se dedican a la ganadería pujante de sus estancias. Las casas tienen techo de paja hay algunas con techo de calamina, las paredes blancas, los zócalos teñidos de negro, todas ellas bien construidas y muy elegantes, con zaguanes grandes, y patios amplios, donde ingresan muchos equinos, cargados de carbón, carne, papas, quesos, etc. Las calles están bien niveladas y empedradas, tienen dos plazas, la plaza mayor (plaza de armas), y la de Carmen Alto donde está el campamento minero.

Me imaginé el  Huallanca en su época de bonanza minera, pero el tiempo cruel como siempre cobra sus tributos y del pueblo de antaño queda ya muy poco, la hacienda Manuelita no existe, Carmen de la Buena Vista, ni la Florida, unas cuantas estructuras de ladrillo y piedra nos confirman que alguna vez en esas instalaciones trabajaron muchos huallanquinos y foráneos que llegaron buscando el preciado mineral que se escondían en los cerros, custodiados por los jircas, muquis, dioses del ayer, casi todo ha sido borrado; pero debe haber sido hermoso ese pueblo.