Nostalgias de mi pueblo
Rolando Húbner Marcos Picón
Huallanca un pueblo apacible donde a las cinco de la mañana
el cantar de los gallos anunciaban un nuevo amanecer; hablemos del pueblo donde
el silencio era roto por el sonido de
las pisadas de algún jinete que salía rumbo a las punas frías y nostálgicas;
hablemos de ese espacio de nuestra infancia y juventud, donde fuimos libres
felices y no lo sabíamos.
¿Cómo fue el Huallanca que a nosotros los jovencitos de
cuatro décadas nos tocó vivir?. Era un pueblo con aire fresco, con días
calurosos, con días de mucho frio, de lluvias persistentes, noches de heladas,
noches de luna llena y cielos estrellados; todas ellas hermosas. Fuimos
nosotros testigo de la hermosura de sus paisajes, cuadros y estampas que aun
guardamos en nuestras mentes.
Recuerdo aún la elegancia en el vestir de los huallanquinos,
señores que se reunían en la plaza de armas, en prolongadas pláticas sobre deporte,
la política local, nacional o internacional; todos enterados de las noticias
porque lo habían escuchado en uno de los radios-receptores que se sintonizaban
en todos las casas; ésta es la imagen que aún permanece tatuada en nuestra
mente, un pueblo lleno de vida con la alegría desbordante de una generación que
encontró en el respeto, la gratitud y la responsabilidad una forma hermosa de
convivir.
Estoy hablando del Huallanca donde las recuas de caballos
llegaban cargados de sacos de papas, queso, carne, y eran descargados en los
zaguanes de las casas. Cómo no recordar los días de fiestas patrias, donde los
desfiles multicolores expresaban el civismo, la generosidad, el respeto y la
adoración a nuestra patria, un Huallanca donde la devoción por nuestra patrona
la “Virgen del Carmen” se mostraba en misas y procesiones llenas de gente.
Este fue el pueblo de nuestra infancia y juventud, un pueblo
sencillo, con balcones de madera, techos de paja, con paredes blancas pintadas
con cal o yeso, y zócalos negros pintados con shampo, o amarillos pintado con
la tierra sacada de cañaveral, un pueblo donde las aventuras de los niños era
saltar las pircas e ir de corral en corral, o en las tardes retarnos a partidos
de fútbol que eran interminables, en las calles, en la plazuela de Carmen Alto,
en cañaveral, o en el estadio de Ogopampa.
Esto fue el pueblo encantador, lleno de música, de jóvenes
serenateros, de grandes compositores muchos de ellos anónimos, de poetas que se
inspiraron viendo un amanecer, un atardecer, o un anochecer y se enamoraron de
su belleza sin igual, de gente buena y solidaria, de hombres nobles y mujeres
hermosas, esto fue el Huallanca de mis amores, el Huallanca que sigue guardado
en el cofre donde guardamos los recuerdos más hermosos.