miércoles, 26 de julio de 2017

Yo opino:

Nostalgias de mi pueblo
Rolando Húbner Marcos Picón

Huallanca un pueblo apacible donde a las cinco de la mañana el cantar de los gallos anunciaban un nuevo amanecer; hablemos del pueblo donde el silencio era roto  por el sonido de las pisadas de algún jinete que salía rumbo a las punas frías y nostálgicas; hablemos de ese espacio de nuestra infancia y juventud, donde fuimos libres felices y no lo sabíamos.

¿Cómo fue el Huallanca que a nosotros los jovencitos de cuatro décadas nos tocó vivir?. Era un pueblo con aire fresco, con días calurosos, con días de mucho frio, de lluvias persistentes, noches de heladas, noches de luna llena y cielos estrellados; todas ellas hermosas. Fuimos nosotros testigo de la hermosura de sus paisajes, cuadros y estampas que aun guardamos en nuestras mentes.

Recuerdo aún la elegancia en el vestir de los huallanquinos, señores que se reunían en la plaza de armas, en prolongadas pláticas sobre deporte, la política local, nacional o internacional; todos enterados de las noticias porque lo habían escuchado en uno de los radios-receptores que se sintonizaban en todos las casas; ésta es la imagen que aún permanece tatuada en nuestra mente, un pueblo lleno de vida con la alegría desbordante de una generación que encontró en el respeto, la gratitud y la responsabilidad una forma hermosa de convivir.

Estoy hablando del Huallanca donde las recuas de caballos llegaban cargados de sacos de papas, queso, carne, y eran descargados en los zaguanes de las casas. Cómo no recordar los días de fiestas patrias, donde los desfiles multicolores expresaban el civismo, la generosidad, el respeto y la adoración a nuestra patria, un Huallanca donde la devoción por nuestra patrona la “Virgen del Carmen” se mostraba en misas y procesiones llenas de gente.

Este fue el pueblo de nuestra infancia y juventud, un pueblo sencillo, con balcones de madera, techos de paja, con paredes blancas pintadas con cal o yeso, y zócalos negros pintados con shampo, o amarillos pintado con la tierra sacada de cañaveral, un pueblo donde las aventuras de los niños era saltar las pircas e ir de corral en corral, o en las tardes retarnos a partidos de fútbol que eran interminables, en las calles, en la plazuela de Carmen Alto, en cañaveral, o en el estadio de Ogopampa.

Esto fue el pueblo encantador, lleno de música, de jóvenes serenateros, de grandes compositores muchos de ellos anónimos, de poetas que se inspiraron viendo un amanecer, un atardecer, o un anochecer y se enamoraron de su belleza sin igual, de gente buena y solidaria, de hombres nobles y mujeres hermosas, esto fue el Huallanca de mis amores, el Huallanca que sigue guardado en el cofre donde guardamos los recuerdos más hermosos.

Hoy ya nada es igual nos ganó la modernidad, mis recuerdos siguen, el tiempo va cobrando lo que le corresponde y mis recuerdos de niño algunos se van alejando, tanto va cambiando dicen los que llegan después de algunos años, el Huallanca de sus sueños ha sido borrado, y los huallanquinos que salían a la plaza a charlar se han ido, o migraron como las aves cuando se les destruye su lugar de ensueños, no quiero seguir mirando así atrás, porque duele, quizá algún día ya no exista nada de la tierra de mis recuerdos, pero fue mi pueblo, nuestro pueblo.