EL MILAGRO DE SAN ANTONIO
Omar Llanos Espinoza
En las primeras décadas del Siglo XX los
huallanquinos y domaínos viajaban a la ciudad minera de Cerro de Pasco, por
caminos de herradura, llevando minerales, quesos, carne, cueros, etc.; retornaban con mercaderías para las casas
comerciales del pueblo y también maquinarias, repuestos, insumos para las
minas. Los arrieros eran hombres curtidos expertos en el manejo de las acémilas
de carga y silla, recorrer leguas y leguas por valles, quebradas y punas
frígidas con los riesgos de enfrentarse
a los bandoleros de la ruta; un viaje de 250 kilómetros (50 leguas) de
Huallanca a Cerro de Pasco, en una travesía de siete días.
CABALLOS PERDIDOS
En cierta oportunidad acamparon los arrieros en un paraje ya conocido del
trayecto, pero al amanecer se dieron
cuenta que faltaban varios caballos; buscaron por todas partes y no
encontraron, estaban muy preocupados por ésta pérdida; para esto, siempre
llevaban la imagen de San Antonio, le rezaron y prendieron velas, rogando que
aparezca sus animales.
Al ver que no aparecían los caballos,
luego de tantos ruegos y sin esperanzas de recuperar, los arrieros se pusieron
a beber de pena, ya mareados y amargos rompieron la imagen de San Antonio
porque no hacía el milagro. Al día siguiente, resignados por la pérdida,
cargaron los bultos sobre los pocos caballos que quedaban, prosiguieron viaje.
ARRIERO COJO
Un operario quedó al cuidado de las
mercaderías que no pudieron cargar; mientras tanto, éste arriero solitario,
haciendo tiempo seguía preocupado buscando los caballos perdidos. En forma
repentina, vio a lo lejos, varios caballos se acercaban arreados por una
persona que cojeaba; estando más cerca los caballos eran reconocidos como los
mismos que anteriormente estaban perdidos; pero el arriero cojo que venía detrás ya no aparecía. El operario
cuidador se alegró mucho al recuperar sus caballos.
MILAGRO DE SAN ANTONIO
Luego de algunos días retornaron sus compañeros y al saber la buena noticia festejaron de alegría por recuperar sus animales, pero no se explicaban de dónde vinieron los caballos perdidos, y quién era el arriero cojo que luego desapareció. Al final, luego de muchos comentarios y celebraciones, dijeron que era un milagro de San Antonio; buscaron su estatua que estaba por allí rota y sin pierna, es decir cojo. Le agradecieron y arrepentidos pidieron perdón por el maltrato a su santo patrón. Ese que arreaba a los caballos era el mismo San Antonio, y luego siguieron viaje contentos y reconfortados por el milagro de su Antuquito que devolvió sus caballos.
Los viajeros de Huallanca tenían muchas anécdotas que contar, entre aventuras, romances, cosas extrañas, creencias y mitos; en fin, todo ocurrió en aquellos tiempos.
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(Narración de David Martel Calderón- Redacción: Omar Llanos Espinoza).
Don David Martel (Huallanca): Arriero, ganadero, deportista y torero aficionado; viajó por caminos de herradura a Huánuco, Cerro de Pasco, Huaraz, Huari y Llata; trabajó en la Mina Chonta (Baños). Nació el 30-07-1906, falleció en 1996.
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Edición N° 114 – 03/09/2023
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