Espera que desespera
Rolando Húbner
Marcos Picón
César Abraham Vallejo
Mendoza: poeta, escritor, periodista y novelista, en cuyos poemas podemos
encontrar relatado: la injusticia, el hambre, la miseria, el dolor, la soledad,
la pesada cruz que le tocó llevar, es tal vez el tema principal de sus poemas.
Los “Heraldos Negros”, “Poemas Humanos”, “España Aparta de mi este Calis”, “Voy
a hablar de la esperanza”, “El Pan Nuestro” “Hoy me gusta la vida mucho menos”;
cada uno de ellos están llenos de amor humano, de esperanza, de dolor, y seguro
de un grito del alma por tanta injusticia, hambre, miseria y orfandad; quizá
sea el momento de volver a leerlos.
Hoy en un país
dividido, polarizado en dos campos opuestos como los polos de un imán,
resultado de los discursos políticos, de quiénes hoy nos pretenden gobernar,
nos han dicho que hay dos bandos: ellos y nosotros, los malos y los buenos, los
de arriba y los de abajo, los de la ciudad y los del Perú profundo. Ya no hay
dos candidatos a la presidencia o dos adversarios políticos; sino que son
enemigos que se tienen que erradicar,
los ilustres representantes de nuestra política, los “demócratas”, “gurús de la
realidad”; algunos de la prensa en forma irresponsable están hablando de
FRAUDE, GOLPE DE ESTADO, DE ELIMINAR LAS ELECCIONES, ¿hasta dónde puede llegar
la ambición por el poder?.
En el país en que
vivimos lleno de injusticia, pobreza, abandono, egoísmo y corrupción; donde
existen miles de niños que caminan sin infancia, sin nombre, sin pan y sin
futuro; donde miles de niños miran el horizonte sin saber que les espera; donde
miles de niños tienen que madrugar en las alturas y llevan las manos destrozadas
por el intenso frio de las heladas, o el rostro quemado por el sol, donde
existen miles de niños que mendigan por las calles, o que trabajan día y noche
(lustrando zapatos, lavando carros, vendiendo golosinas…) para llevarse un pan a la boca; este país que
muchos desconocen o quieren negar, surge del silencio la voz del poeta de
sensibilidad maravillosa: “Amado sea el niño que cae y aún llora, y el hombre
que ha caído y ya no llora. ¡Ay de tanto!, ¡Ay de poco!, ¡Ay de ellos!”
Estos últimos días hemos
visto que nuestra política esta manejada por una reducida cantidad de personas,
los mismos que aparecen, se juntan, discuten el futuro de la patria, personajes
que cambian de discurso, de acuerdo a la moda, a la época, y los encontramos
con todos los colores; ayer se dijeron la vela verde, se criticaron, acusaron,
calumniaron; hoy forman alianzas según ellos en “defensa de la democracia”.
Estos individuos chantajistas, prepotentes, abusivos, oportunistas,
ineficientes, son muchos de ellos empresarios interesados en la plata fácil,
listos para hacer fortuna rápido y a cualquier precio, los actores del
inmediatismo que no piensan en el futuro, mucho menos en un país donde se
construya el bienestar para todos.
Cuando miles de
peruanos, en la lejanía de una choza solitaria, en el silencio nostálgico de
las punas frías, donde se escucha el llanto de los cerros, o en las casas de
estera en los asentamientos humanos de las grandes ciudades, padecen de hambre,
de dolor, cuando llega la enfermedad y tienes que esperar la muerte, cuando
miras que quienes se salvan en esta pandemia son los que pueden pagar una cama
UCI, un paracetamol, un balón de oxígeno, cuando miras que las leyes, los
derechos, son simplemente inalcanzables, entonces se escucha la voz de justicia,
de paz, de esperanza, cuando ya nada tiene sentido y otra vez el poeta dirá.
“hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi todo y me contuve con un tiro en la lengua detrás de
mi palabra”
Siempre hemos sabido
que nuestra democracia es débil, un espejismo donde muy pocos se ven, pero al
menos en ella las decisiones colectivas el voto popular se respetaba y se
respetaba los mecanismos de participación ciudadana, donde lo ideal es que los
dos contendientes respeten el triunfo del otro sin recurrir a la fuerza, a
maniobras legales, a pisotear las reglas de juego, o pretender que convocando a
la gente a las calles se demuestra que uno tiene la razón.
En democracia se pierde
o gana incluso por un solo voto y hay que cumplir y respetar todas las
formalidades, en los sistemas democráticos no nos garantiza que gobiernen los
mejores y en el Perú ejemplos tenemos de sobra, donde nuestros gobernantes han
sido uno peor que el otro, sin embargo, quien gobierna es quien obtiene más
votos, nos guste o no, esas son las reglas de juego.
Aún no se ha ratificado el resultado
definitivo de las elecciones presidenciales, pero según los últimos reportes de
la ONPE. Con más de 99 por ciento de los votos escrutados, Pedro Castillo ya
tiene una ventaja matemáticamente imposible de remontar sobre Keiko Fujimori,
cuyas esperanzas se limitan a lograr que las autoridades, y su grupo de
expertos (abogados, constitucionalista, y alguna prensa) electorales anulen los
votos bajo el alegato de fraude.
Si Castillo gana como
todo parece indicar, él y sus mentores tienen que reconocer sus limitaciones y
aceptar que la iniciativa privada, la economía de mercado, la inserción
internacional son claves para mantener el crecimiento necesario y poder
financiar las propuestas de transformación social, el crecimiento sostenido y
sobre todo el bienestar de todos, esperemos mañana amanecerá y veremos.
Y el poeta dirá: “Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomado tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada en tu costado: ¡tú no tienes Marías que se van!”.