Lección no aprendida
Rolando Húbner
Marcos Picón
Han pasado 38 años de aquel 08 de
marzo de 1981 donde el aluvión destruyó
muchas viviendas en el Barrio Lima de Huallanca, donde nuestro histórico y
nostálgico puente San Juan fue destruido por las fuerza del rio Ishpaj. Hoy, una vez más, los avatares
de la naturaleza nos muestran lo frágiles que somos; si bien no se puede evitar
que sucedan, sí se puede trabajar para mitigar su impacto para que no causen el
mismo nivel de daño.
La consternación, la
desesperación, la ira, o la impotencia, son reacciones propias cuando uno
contempla que los fenómenos naturales, como las intensas lluvias, se van
transformando en desastre; son en estos momentos los que muestran el valor de
un pueblo, la solidaridad y hermandad de
su gente, y de sus autoridades.
Hoy vimos a nuestras autoridades
trabajando, coordinando, tocando puertas
a las diferentes instituciones del Estado, como: al gobierno regional, al
gobierno provincial, al instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) , a Provías
Nacional, a las empresas mineras, para que envíen maquinarias; primero para
evitar el desborde de los ríos Torres e Ishpaj
en zonas más vulnerables, luego
para restablecer el tránsito, tanto de la carretera Huallanca-Huanzalá, como el
de la vía Huallanca- La Unión, interrumpidas por el incremento del caudal de
los ríos.
Hoy Huallanca necesita de todos
sus hijos, la desesperación o la ira no puede dividirnos, no es el momento de
buscar culpables, para eso habrá tiempo. Hoy debemos estar unidos, juntos como
un puño, hoy queremos compromiso, hoy necesitamos de los huallanquinos
camiseta, hoy nos toca también en medio de la desesperación ser solidarios con
nuestros hermanos, de la Unión, Ripán, Pachas, Quivilla, Huánuco, Aquia, Mangas; pueblos y ciudades que han sufrido la furia
de la naturaleza y han quedado como parajes derruidos, a los muertos, a los
heridos, a los que lo han perdido todo,
no podemos ser indiferentes.
La impotencia y el dolor que
causa cada una de las imágenes del desastre que venimos padeciendo nos llama a hacernos las preguntas difíciles
que muchas veces no queremos hacerlo, ¿Estamos tomando las medidas adecuadas y
necesarias para prevenir aquello que es prevenible y para enfrentar aquello que
no lo sea? ¿Tenemos un plan de contingencia ante desastres? ¿Hemos planificado nuestra
ciudad? La respuesta es No.
Los desastres nos muestran la alta vulnerabilidad que tenemos,
las cosas que se han hecho mal, porque seguimos ocupando zonas vulnerables,
como laderas, queremos ganarle terreno o cambiar el cauce de los ríos, y no ha habido un control
adecuado para la construcción; hemos crecido como pueblo pero en forma
desordenada, sin proyección. Después de 38 años vemos que no hay lecciones
aprendidas, desgraciadamente también es una realidad que olvidamos fácilmente
las desgracias.