martes, 19 de febrero de 2019

Yo opino:

Lección no aprendida
Rolando Húbner Marcos Picón

Han pasado 38 años de aquel 08 de marzo de 1981 donde el  aluvión destruyó muchas viviendas en el Barrio Lima de Huallanca, donde nuestro histórico y nostálgico puente San Juan fue destruido por las  fuerza del rio Ishpaj. Hoy, una vez más, los avatares de la naturaleza nos muestran lo frágiles que somos; si bien no se puede evitar que sucedan, sí se puede trabajar para mitigar su impacto para que no causen el mismo nivel de daño.

La consternación, la desesperación, la ira, o la impotencia, son reacciones propias cuando uno contempla que los fenómenos naturales, como las intensas lluvias, se van transformando en desastre; son en estos momentos los que muestran el valor de un pueblo, la solidaridad y hermandad  de su gente, y de sus autoridades.

Hoy vimos a nuestras autoridades trabajando, coordinando,  tocando puertas a las diferentes instituciones del Estado, como: al gobierno regional, al gobierno provincial, al instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) , a Provías Nacional, a las empresas mineras, para que envíen maquinarias; primero para evitar el desborde de los ríos Torres e Ishpaj  en zonas más vulnerables,  luego para restablecer el tránsito, tanto de la carretera Huallanca-Huanzalá, como el de la vía Huallanca- La Unión, interrumpidas por el incremento del caudal de los ríos.

Hoy Huallanca necesita de todos sus hijos, la desesperación o la ira no puede dividirnos, no es el momento de buscar culpables, para eso habrá tiempo. Hoy debemos estar unidos, juntos como un puño, hoy queremos compromiso, hoy necesitamos de los huallanquinos camiseta, hoy nos toca también en medio de la desesperación ser solidarios con nuestros hermanos, de la Unión, Ripán, Pachas, Quivilla,  Huánuco, Aquia, Mangas;  pueblos y ciudades que han sufrido la furia de la naturaleza y han quedado como parajes derruidos, a los muertos, a los heridos, a los que lo han perdido todo,  no podemos ser indiferentes.

La impotencia y el dolor que causa cada una de las imágenes del desastre que venimos padeciendo  nos llama a hacernos las preguntas difíciles que muchas veces no queremos hacerlo, ¿Estamos tomando las medidas adecuadas y necesarias para prevenir aquello que es prevenible y para enfrentar aquello que no lo sea? ¿Tenemos un plan de contingencia ante desastres? ¿Hemos planificado nuestra ciudad?  La respuesta es No.

Los desastres nos  muestran la alta vulnerabilidad que tenemos, las cosas que se han hecho mal, porque seguimos ocupando zonas vulnerables, como laderas, queremos ganarle terreno o cambiar el  cauce de los ríos, y no ha habido un control adecuado para la construcción; hemos crecido como pueblo pero en forma desordenada, sin proyección. Después de 38 años vemos que no hay lecciones aprendidas, desgraciadamente también es una realidad que olvidamos fácilmente las desgracias.