sábado, 26 de marzo de 2016

Opinión:

El Valor de la Palabra
Rolando Húbner  Marcos Picón

En algún tiempo no muy lejano, el respeto a la palabra empeñada era el valor básico de la sociedad huallanquina de antaño. Hoy, mantener las promesas y los compromisos libremente asumidos, parece que  no tienen ningún valor.

Quién no recuerda frases como : “yo he dado mi palabra”, “ya me he ofrecido” “yo le he ofrecido”;  las promesas eran deudas, por eso antes de ofrecerte o comprometerte con algo, tenías que pensarlo, y había un dicho muy popular que decía “el hombre por su palabra, la mujer por su falda”.

Hemos olvidado que, el valor que le damos a nuestra palabra, es una manera de ser justos, correctos, amigos sinceros, vecinos, compañeros de trabajo leal y veraz; cuando cumplimos nuestra palabra nos ganamos buena reputación, somos hombres y mujeres de palabra. Los incumplidos, los que traicionan la buena fe, cargaban la reputación de hipócritas, cínicos o ser hombres sin palabra.

Nuestros padres y abuelos llegaban a un acuerdo en base a la palabra empeñada. Se daban la mano y este gesto valía más que cualquier documento; cuantos negocios, compromisos, y ofrecimientos se celebraron sólo dándose la palabra y un apretón de manos; sin firmar papeles ni documentos. Hoy con documento firmado y sellado, muchas veces, los compromisos son desconocidos o negados de acuerdo a las circunstancias.

Llegar temprano a la cita, responde a la palabra empeñada, se convierte en una marca de calidad; pues enseña respeto por aquellos con quienes nos hemos comprometido; y asegura a otros el valor el tiempo, el esfuerzo y el trabajo.

Procurar respeto por lo que uno dice, y honrar los compromisos adquiridos por la palabra empeñada; era considerado como una de las grandes virtudes que poseía una persona, era sagrado, era promesa, era deuda; tal vez alguien diga esos son virtudes del siglo pasado, y creo que es así, aunque pareciera que fue ayer cuando presencie dichos compromisos.

Hoy todo ha cambiado: campea el fraude, la corrupción, la estafa, la mentira, el engaño, el negocio, con el dinero compro algo que en épocas de nuestros padres  no era negociable, ni por todo el oro del mundo; lo peor es que;  esta costumbres las toleramos, las aceptamos como parte de la modernidad y en muchos casos hasta la aplaudimos.

Hoy los políticos nos dicen “te doy mi palabra” sólo como una expresión, como una costumbre;  ignorando el valor de la palabra empeñada. Después de todo, estamos en un país donde los políticos hacen promesas como chorros de agua, algunos tan descarados que ofrecen hasta lo imposible por ganar unos cuantos votos.

El valor de la palabra se ha degradado tanto en nuestros tiempos y es síntoma tan doloroso y alarmante que nuestra sociedad está enferma, y que estamos peligrosamente aceptando el dinero y los beneficios personales por encima de los principios.