viernes, 15 de enero de 2016

Yo opino:

Cuando los huallanquinos 
celebramos nuestras fiestas

Rolando Húbner Marcos Picón

Un año más que se fue, el fin de año todos los huallanquinos, desde distintos puntos del país, sólo pensamos en regresar a la tierra que no viera nacer. Allí donde la lluvia, el frio y las temperaturas extremas  moldearon un paisaje único;  todos la llaman “tierra  hermosa, rica y generosa”.

En nuestras casas, como es tradicional, todos confeccionamos hermosos pesebres, prodigios de la imaginación en medio de luces, adornos, plantas silvestres, y entre nevados valles, pampas y cataratas nos imaginamos el paisaje de Belén donde ha nacido el Niño Dios, y que estos momentos sean de unión para todos.

En lo más tierno, nostálgico, alegre y contagioso, de nuestra expresión popular está la música y danza, de nuestro tradicional baile de los negritos. Desde estas líneas va mi reconocimiento, y felicitación a cada uno de los caporales de las siete cuadrillas de negritos; tres en Navidad, dos en Año Nuevo, y dos cuadrillas de niños el seis de enero en la Pascua de Reyes; por la forma impecable que se han presentado cada una de las cuadrillas de negritos, claro está, cada una con sus características bien marcadas.

Las cuadrillas iban llegando uno a uno al jirón comercio, con pasos acompasados, elegantes, con la tradicional vestimenta del arriero, sombrero de paja con cinta roja, casaca de cuero negro, guantes de cuero, chicotillo de cuero trenzado, botas de montar, pantalón de montar; al son de la música del primer día, y el sonido de las campanillas marcaban el paso la vuelta y la gente aplaudía, algunos silbaban, otros hacían hurras, como: hey, hey, hey…otros,… prosa, prosa, prosa… y todos confundidos sentíamos que los pies y nuestros cuerpos se movían solos al son del bombo, nos olvidamos de la persistente lluvia y todos gozábamos de alegría.

Entonces a uno se le viene a la mente las épocas de bailante, la nostalgia de aquellos años se apodera de uno y empiezo a retroceder el tiempo; qué gratos recuerdos guardo en el disco duro de mi memoria, como es que la música y la danza puede unir a todo un pueblo, en un mismo ritmo compartiendo la misma melodía, en los oídos; entonces uno dice: ¡ Somos hermanos !.

Es que el baile de los negritos de Huallanca tiene un encanto especial, se baila por la esperanza, es alegría, se reza por la paz y la unión, renace el optimismo, es nostálgico hace llorar, nos hace gritar, invita al público a bailar porque emociona;  es que es nuestro, nos pertenece, hemos nacido escuchando su música, y desde niños hemos escuchado el sonido de las campanillas.

Lo que en verdad saboreamos los huallanquinos en estas fiestas es su esencia espiritual, la alegría del reencuentro con amigos y familiares, la melancolía los abrazos, las sonrisas, el dolor y las lágrimas por los ausentes, pero todos nos confundimos en abrazos prolongados, y en un”… ¡prosa, prosa, prosa… ¡ o tal vez en un, … quiebra, quiebra, quiebra”;  Así es Huallanca y su gente.

La persistente lluvia no pudo restarle el brillo la alegría, ni quitarnos la prosa a los bailantes, tampoco pudo opacar la belleza de la mujer huallanquina representada por hermosas mallicas(damas), con hermosos vestidos coloniales y un derroche de belleza, juventud, alegría, y mucha prosa,  la lluvia pasó a segundo plano, nos olvidamos que llovía y continuamos bailando, continuaron las hurras, los silbidos, y muchos perennizaron estos momentos en hermosas estampas  fotográficas tomadas con sus celulares y cámaras de video;  quedarán para el recuerdo.

Pero de todo esto me quedo con la estampa folklórica de la cuadrilla de niños de la Pascua de Reyes, qué tal elegancia, prosa, la emoción de los padres; la vestimenta  hecha a su medida; niños desde los 4 añitos bailando en las cuadrillas. Realmente, qué hermosa  es Huallanca.