Cuando los
huallanquinos
celebramos nuestras fiestas
celebramos nuestras fiestas
Rolando Húbner Marcos
Picón
Un año más que se fue, el fin de
año todos los huallanquinos, desde distintos puntos del país, sólo pensamos en
regresar a la tierra que no viera nacer. Allí donde la lluvia, el frio y las
temperaturas extremas moldearon un
paisaje único; todos la llaman
“tierra hermosa, rica y generosa”.
En nuestras casas, como es
tradicional, todos confeccionamos hermosos pesebres, prodigios de la
imaginación en medio de luces, adornos, plantas silvestres, y entre nevados
valles, pampas y cataratas nos imaginamos el paisaje de Belén donde ha nacido
el Niño Dios, y que estos momentos sean de unión para todos.
En lo más tierno, nostálgico,
alegre y contagioso, de nuestra expresión popular está la música y danza, de
nuestro tradicional baile de los negritos. Desde estas líneas va mi
reconocimiento, y felicitación a cada uno de los caporales de las siete
cuadrillas de negritos; tres en Navidad, dos en Año Nuevo, y dos cuadrillas de
niños el seis de enero en la Pascua de Reyes; por la forma impecable que se han
presentado cada una de las cuadrillas de negritos, claro está, cada una con sus
características bien marcadas.
Las cuadrillas iban llegando uno
a uno al jirón comercio, con pasos acompasados, elegantes, con la tradicional vestimenta
del arriero, sombrero de paja con cinta roja, casaca de cuero negro, guantes de
cuero, chicotillo de cuero trenzado, botas de montar, pantalón de montar; al
son de la música del primer día, y el sonido de las campanillas marcaban el
paso la vuelta y la gente aplaudía, algunos silbaban, otros hacían hurras,
como: hey, hey, hey…otros,… prosa, prosa, prosa… y todos confundidos sentíamos
que los pies y nuestros cuerpos se movían solos al son del bombo, nos olvidamos
de la persistente lluvia y todos gozábamos de alegría.
Entonces a uno se le viene a la
mente las épocas de bailante, la nostalgia de aquellos años se apodera de uno y
empiezo a retroceder el tiempo; qué gratos recuerdos guardo en el disco duro de
mi memoria, como es que la música y la danza puede unir a todo un pueblo, en un
mismo ritmo compartiendo la misma melodía, en los oídos; entonces uno dice: ¡ Somos hermanos !.
Es que el baile de los negritos
de Huallanca tiene un encanto especial, se baila por la esperanza, es alegría,
se reza por la paz y la unión, renace el optimismo, es nostálgico hace llorar,
nos hace gritar, invita al público a bailar porque emociona; es que es nuestro, nos pertenece, hemos nacido
escuchando su música, y desde niños hemos escuchado el sonido de las
campanillas.
Lo que en verdad saboreamos los
huallanquinos en estas fiestas es su esencia espiritual, la alegría del
reencuentro con amigos y familiares, la melancolía los abrazos, las sonrisas,
el dolor y las lágrimas por los ausentes, pero todos nos confundimos en abrazos
prolongados, y en un”… ¡prosa, prosa, prosa… ¡ o tal vez en un, … quiebra,
quiebra, quiebra”; Así es Huallanca y su
gente.
La persistente lluvia no pudo
restarle el brillo la alegría, ni quitarnos la prosa a los bailantes, tampoco
pudo opacar la belleza de la mujer huallanquina representada por hermosas
mallicas(damas), con hermosos vestidos coloniales y un derroche de belleza,
juventud, alegría, y mucha prosa, la
lluvia pasó a segundo plano, nos olvidamos que llovía y continuamos bailando,
continuaron las hurras, los silbidos, y muchos perennizaron estos momentos en
hermosas estampas fotográficas tomadas
con sus celulares y cámaras de video;
quedarán para el recuerdo.