martes, 13 de enero de 2015

Yo opino:

Para quererte Huallanca
Rolando Húbner Marcos Picón

Decían nuestros abuelos cuando querían mostrar respeto o admiración por algo “me quito el sombrero”, hoy,  tengo que quitarme  el sombrero ante cada uno de los caporales y familias que tuvieron el compromiso de realizar nuestro tradicional baile de los negritos, en navidad, año nuevo, y pascua de reyes:
En navidad: a José Mercado  Gonzales y familia, a Víctor Justiniano y familia,y,  a Sócrates Albornoz y familia.
En año nuevo: a Agustín Cornelio Blas y familia, a la Familia Domínguez Márquez.
Pascua de Reyes: A la familia López Cárdenas, y a la familia Chaupis Colcas.

Me quito el sombrero por la fe de los huallanquinos que tocó la inmensidad de nuestro cielo serrano, nuestras calles que parecían estrechas por la gran cantidad de gente, nuestras plazas parecían pequeñas, pero la voluntad, el desprendimiento, la uniformidad de las cuadrillas de negritos, las bandas de músicos que a todo pulmón elevaban sus plegarias al niño recién nacido, la elegancia y la prosa de nuestro popular baile. Realmente, en nombre de todos los huallanquinos,  gracias por estos días de alegría, de mucha fe, de nostalgias, de emociones, de hermosas coreografías, con pasacalles, media lunas, y cadenas, de hermosos huaynos, por la hermosura de la mujer huallanquina representadas por elegantes mallicas. Por esto y mucho más, gracias.

Los funcionarios o caporales de cada uno de las cuadrillas nos demostraron que nada es imposible cuando se hace con amor al terruño,a la patria chica, las persistentes lluvias no pudieron detener las celebraciones en honor al Niño “Manuelito”.

Huallanquinos y huallanquinas, dentro o fuera del pueblo unidos por el orgullo de nuestras costumbres y tradiciones, con la alegría y el optimismo de creer en Huallanca, de verlos emerger y avanzar hacia un futuro de progreso que alcance a todos, le pedimos al Niño le de a nuestras nuevas autoridades la sapiencia, la humildad y el cariño por nuestra tierra.

Es cierto que no a todos nos ha alumbrado este sentimiento, porque hay demasiada injusticia, exclusión, pobreza, y vida dura para mucho de nuestros paisanos que sufren la pobreza aquí o que optaron por partir fuera en busca de nuevas oportunidades y viven esta fecha invadidas por la nostalgia y el dolor del autoexilio productivo, aunque llenos de vacíos afectivos, por ellos en medio del baile, aparece la nostalgia, la tristeza, y hasta las lágrimas por los que no están, por los que se fueron, por quienes lo bailan fuera de Huallanca, y por los que seguro en el cielo lo siguen bailando.

Nuestro tradicional baile de los negritos es una expresión de fe, una expresión histórica porque de tras de cada paso, de cada  número o coreografía afloran nuestra historia lleno de valores, que se han ido trasmitiendo de generación en generación; es cierto y también lamentable que en los laberintos del tiempo algunos matices se están olvidando.

Y se están incorporando otras desviando su esencia, con la misma naturalidad de un amanecer y nadie dice nada o  parece que a nadie le importa. La emoción de nuestro baile no está completo cuando nos olvidamos de un prosa, prosa, prosa; o un, hey, hey, hey; a un silbido al ritmo del bombo de la banda de músicos.

Es que Huallanca es todo; lo amamos como naturaleza, con paisajes hermosos ocultos en sus punas frías; amigos familiares y compañeros, la extrañamos para compartir sus logros, sus avances, nos da nostalgia cuando recordamos nuestras comidas, y por nuestros amigos, a quienes los necesitamos para apostar por mejore días. 
Nuestro baile de los negritos despierta pasiones, algarabías, tristezas, nostalgias; ese sonido contagioso del bombo animan a propios y extraños, es como si de pronto todo se resumiera en nuestras costumbres expresada por los tonos, que no pasan de moda, por las coreografías que nos hablan al corazón; estampas que se sustentan en la inmensa fe al niño Jesús a él van dedicado nuestras plegarias, nuestros rezos y nuestro baile.